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La inflación amenaza con destruir el plan de privatizaciones de empresas en Rusia

Pilar Bonet

La hiperinflación amenaza con destruir todos los resultados del proceso de privatización, que este año debe transferir a manos de ciudadanos particulares rusos la mayor parte del complejo militar industrial, parte del sector energético y 5.000 grandes empresas estatales. Anatoli Chubáis, jefe del Comité Estatal de Privatización, que consideró ayer positivos los resultados del proceso en 1992, explicó la estrategia para 1993 y culpó al director del Banco Central de la inflación.

El rublo alcanzó, ayer mínimos históricos frente al dólar, que se vendió al precio de 568 rublos en la Bolsa Interbancaria de Divisas de Moscú, 74 más que en la sesión precedente, del pasado jueves. En total, se vendieron casi 85 millones de dólares, lo que constituyó también un récord. Los expertos pronostican que la inflación (de más de un 25% en diciembre) superará el 50% mensual en enero.Los cheques de privatización, que tienen un valor nominal de 10. 000 rublos, se venden en la actualidad a algo más de 5.000. Pese al inquietante telón de fondo económico, Chubáis fue optimista sobre la revalorización de los cheques y afirmó que en 1992 se privatizaron 46.000 empresas estatales (mayoritariamente de servicios), lo que reportó al Estado unas ganancias de 150.000 millones de rublos, más del doble de la cantidad inicialmente prevista.

A diferencia de 1992, cuando la privatización se realizó con transacciones monetarias, el método dominante en 1993 será el de la subasta de cheques de privatización que han sido repartidos ya a más del 95% de la población.

Empresas petroleras

En el caso de las empresas petroleras, cuyo control quiere conservar el Estado, la demanda supera 38 veces a la oferta de acciones. En el caso de las empresas de construcción de maquinaria, la demanda de acciones es 50 veces menor que la oferta, señaló Chubáis.Las esperanzas de vertebrar la sociedad rusa en el Estado mediante la creación de una clase de nuevos propietarios no se han confirmado, ya que dos repúblicas nacionales, Tatarstán y Bashkotarstán (antes Bashkiria) quieren introducir sus propios cheques de privatización y se niegan a aceptar los rusos. El proceso es especialmente lento en las repúblicas nacionales de la Federación Rusa debido a razones políticas, según manifestó Serguéi Vasíliev, jefe del Centro de Trabajo Gubernamental de la Reforma Económica.

Los políticos rusos siguen divididos sobre la manera de afrontar la reforma económica y estas divisiones no sólo enfrentan entre sí a diferentes sectores del Gobierno de Víktor Chernomyrdin, sino también a Gobierno y Parlamento. El viceprimer ministro Boris Fiódorov, que representa la línea monetarista dura que siguió Yegor Gaidar a principios de 1992, consiguió recientemente anular una disposición gubernamental que, de haber entrado en vigor, habría vuelto a introducir un sistema de precios controlados por el Estado.

Fíódorov, que dejó su trabajo en el Banco de Reconstrucción y Desarrollo de Londres, quiere que el déficit no supere el 5% del Producto Interior Bruto, así como estabilizar el rublo este año. El ministro de Finanzas, Vasili Barchuk, calcula el déficit de 1992 en un billón de rublos.

La decisión del Soviet Supremo de aumentar las pensiones -y la subida de sueldos que podría causar- implica poner en circulación 4,8 billones de rublos. El Gobierno ha dado cuantiosas subvenciones al sector petrolero y debe examinar nuevas asignaciones a otras ramas de la industria.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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