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Clinton empieza a asumir que para recortar el déficit tendrá que subir los impuestos

Antonio Caño

La creación, el lunes, del Consejo Económico Nacional, un grupo de asesoramiento presidencial con categoría similar a lo que, para la política exterior, representa el Consejo Nacional de Seguridad, supone el primer paso para la ejecución de la política económica de la nueva Administración de Clinton, enfrentada al dilema de dar prioridad al crecimiento o a la lucha contra el déficit público.

El Consejo Económico Nacional, que preside el banquero Robert Rubin, uno de los pesos pesados del equipo de asesores del presidente, será pieza fundamental en la elaboración de un programa de acción económica del que todavía no se conoce su orientación fundamental, pese a que el 17 de febrero Clínton tendrá que hacerlo público en su discurso sobre el estado de la Nación.La pasada semana, el presidente envió una notificación al Congreso en la que manifestó su decisión de no aceptar un techo rijo para la reducción del déficit, pero las últimas estimaciones sobre los presupuestos de los próximos años auguran que a Bill Clinton le va a ser muy difícil mantener su promesa electoral de reducir el déficit sin subir los impuestos y fomentando el crecimiento al mismo tiempo.

La Oficina del Presupuesto del Congreso anunció ayer un cálculo que predice que el déficit para el año fiscal de 1997 será de 320.000 millones de dólares, es decir, muy ligeramente inferior al previsto para el presente año, que será de unos 330.000 millones. La predicción de esa oficina, el principal centro de información del Parlamento, contradice ampliamente la ambición de Clinton de recortar a la mitad el déficit en sus cuatro años.

Algunos expertos aseguran que, para hacer frente al déficit, Clinton no sólo tendrá que recortar varios programas gubernamentales y reducir sus ambiciones inversoras, sino que se verá obligado a subir los impuestos de la clase media.

Una semana después de la toma de posesión, Clinton y algunos de sus principales asesores empiezan a expresar opiniones distintas en relación con este tema. El domingo, el secretario del Tesoro, Lloyd Bentsen, admitió en una entrevista que la posibilidad de aumentar los impuestos de algunos productos de consumo, como el alcohol, la gasolina y el tabaco, estará "sobre la mesa" a la hora de elaborar el programa económico.

El portavoz de la Casa Blanca, George Stephanopoulos, precisó después que, aunque esa posibilidad existe, el Gobierno no piensa en ningún momento perjudicar el poder adquisitivo de la clase media. El propio presidente afirmó el lunes: "Estamos considerando una serie de opciones, pero no hemos tomado todavía ninguna decisión".

Durante la campaña electoral, Clinton se había opuesto a la subida de los impuestos de la gasolina. Posteriormente, una vez elegido presidente, admitió la posibilidad de una decisión en tal sentido, siempre que formase parte de un paquete de medidas que contemplase también algunas compensaciones y beneficios para la clase media.

Un impuesto sobre la gasolina, que en Estados Unidos es casi tres veces más barata que en España, tendría inmediatos resultados positivos en la reducción del déficit, pero perjudicaría extraordinariamente la imagen de la nueva Administración ante la opinión pública.

Incumplir promesas

Lloyd Bentsen parece estar, junto con el jefe de la Oficina de Presupuestos de la Casa Blanca, Leon Panetta, en la línea de dar prioridad absoluta a la lucha contra el déficit, aún a costa de sacrificar algunas promesas electorales.En el otro extremo del Gabinete, el secretario de Trabajo, Robert Reich, ha advertido que ningún programa económico tendrá verdadero efecto sobre el crecimiento a menos que se plantee como prioridad la creación de puestos de trabajo mediante estímulos a la inversión pública y privada. El desempleo actual en este país es del 7,3%. [Reich aseguró ayer a la cadena de televisión ABC que el programa incluirá reducciones fiscales y ayudas para la reactivación por importe de entre 15.000 y 20.000 millones de dólares].

El programa económico de la Administración demócrata tiene que acometer también el desafío de promover el crecimiento a nivel internacional. Fuentes monetarias internacionales citadas por la agencia Reuter afirman que Japón y Francia han pedido una reunión urgente de los ministros del Grupo de los Siete para estudiar con la nueva Administración norteamericana medidas para acelerar el crecimiento mundial.

Clinton ha afirmado en varias ocasiones que la política económica internacional de su Administración estará basada en la idea de fortalecerse primero en casa, para entrar en posición competitiva en la disputa por los mercados internacionales. Laura Tyson, la jefa de asesores económicos de la Casa Blanca, ha declarado que, antes de negociar con el G-7, EE UU tiene que elaborar, su propio programa económico. "SI conseguimos un paquete creíble, tendremos más posibilidades de que nuestros socios acepten ajustar sus políticas a nuestro modelo", afirmó.

El secretario Bentsen pretende, al mismo tiempo, ser más discreto que su antecesor en la aproximación a Japón y Alemania, a quien Nicholas Brady solía criticar por su obstaculización al crecimiento internacional.

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