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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Franquismo popular

EN MADRID hay un concejal del Partido Popular, Ángel Matanzo, que se ha hecho famoso por el estilo castizo con que pronuncia las sentencias simplistas con las que pretende explicar sus autoritarias decisiones. Casticismo, simplismo y autoritarismo: una mezcla de éxito seguro entre ese sector del electorado de derechas que no se sentiría ofendido si fuera llamado franquista. Soluciones simples para problemas complejos: ¿que los drogadictos acostumbran a inyectarse en los bancos de una plaza? Se quitan los bancos, y santas pascuas (y los viejos del barrio se ven obligados a tomar el sol sentados sobre unos cartones, en el santo suelo). Un grupo de teatro ha ridiculizado esa mezcla y al personaje que la encarna. El concejal Matanzo, alegando ciertos problemas administrativos, ha respondido ordenando el cierre del teatro en que la farsa se representa. Confirmando con ello lo adecuado de la identificación que le había molestado (como el irascible que proclama: "Yo soy muy tolerante, y al que lo niegue lo mato").El asunto ha provocado un cierto enfrentamiento entre ese concejal y otros de su grupo de otro talante. El alcalde pareció primero respaldar a Matanzo, pero luego, a la vista del escándalo -ayer hubo concentración de famosos en el teatro, a la espera de la ejecución de la orden de cierre-, ha razonado y dado marcha atrás, provocando así un anuncio de dimisión por parte del concejal, algo que ya practicó en el pasado sin Regar nunca a hacerla realmente efectiva. Esas vacilaciones reflejan la incomodidad con que el caso es seguido por los dirigentes del PP, en plena campaña por la captación del voto de esos tres millones de electores que, según Aznar, dudan si seguir votando al PSOE o hacerlo a su alternativa de centro-derecha. El asunto tiene, por ello, una dimensión política que desborda lo municipal. Para ganar, el PP necesitaría extender su influencia hacia el centro, pero si lo hace arriesga perder el apoyo de los sectores derechistas, de mentalidad franquista, que han venido apoyando a ese partido desde su creación por Fraga hace tres lustros. Fichajes de liberales centristas como Rafael Arias Salgado pretenden avalar el giro emprendido , pero su sinceridad será cuestionable mientras los Matanzos sigan teniendo vara alta para aplicar un programa consistente en cerrar, arrasar, prohibir, clausurar. Para ser popular puede bastar con imitar el acento de los sainetes y gritar que "aquí mando yo". Pero el liberalismo es otra cosa.

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