Un éxito repartido
Se merece un aplauso decidido el Teatro Lírico Nacional por inaugurar su temporada con la reposición de Kiu, la ópera de Alfonso Vallejo y Luis de Pablo estrenada hace 10 años, lo que en principio entrañaba algún riesgo: la posible reacción de los habituales operófilos. Riesgo relativo pues Kiu fue bien recibida la noche del estreno y lo ha sido ahora en la nueva producción de Francisco Nieva. Se trata de una partitura que no puede escandalizar ya que encierra un lirismo muy bello y de buena ley, servido por un lenguaje que, aun lejano de la tradicional, suena muy relativamente rupturista. Lo que de esto pueda haber, que lo hay, en Kiu va por dentro.Quizá lo mejor del excelente trabajo de Luis de Pablo está en la orquesta y los coros, con soluciones tan originales como hermosas. El tratamiento del texto, difícil e inteligentemente resuelto, no cae en convencionalismos, pero se ajusta a un plan minuciosamente trazado que musicaliza la palabra y la frase con mejor fidelidad a la prosodia que a la significación. Se cantan de análoga manera intervenciones dramáticas y otras mucho más llanas (por ejemplo, "tiene usted un moco pegado debajo del ojo izquierdo").
Kiu
Música de Luis de Pablo. Libreto de Alfonso Vallejo. Intérpretes: Carlos Álvarez, Manuel Cid, Dalmacio González, Sharon Cooper, Santiago Gericó y otros. Dirección musical- José Ramón Encinar. Dirección escénica, trajes y escenarios: Francisco Nieva. Orquesta Sinfónica de Madrid y coro titulares. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 16 de octubre.
Con todo, Kiu, a la que cinco años después siguió El viajero indiscreto, confirma en el compositor bilbaíno su predisposición a los géneros dramáticos y al arte representado. El trabajo de Francisco Nieva, entusiasta y polémico tantas veces, ha sido admirable en sus tres dimensiones de pintor, figurinista y director de escena. Una de las dificultades de Kiu es que su acción se desarrolla, a lo largo de más de dos horas, en un vagón de ferrocarril, en el que un grupo de enajenados creen caminar hacia la libertad cuando en realidad marchan hacia el manicomio-prisión y hacia la muerte, que algunos anticipan. Nieva mantiene esa unidad de escenario pero la ambienta con talento, gracias a una serie de elementos diversos -el girar de las ruedas de la vieja locomotora, el encuadre del vagón en una especie de antigua estación, el uso de proyecciones en movimiento" el añadido de figurantes- y el resultado constituyó parte del éxito.
De él fueron piezas importantes, con Nieva, la soprano Sharon Cooper, de bella voz y expresiva dramaturgia; el tenor Manuel Cid, insuperable como el día del estreno; el barítono Carlos Álvarez, y el tenor Dalmacio González, en el bello personaje del ciego que sabía de las cosas a través del canto de los pájaros. Una cita de honor merece José Ramón Encinar, director musical, que se superó a sí mismo y nos dio una versión de rara y fascinante expresividad.
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