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Incineración o explosiones nucleares

Las armas químicas son en esencia productos de alta toxicidad para el ser humano y la naturaleza y respecto a su destrucción pueden considerarse residuos tóxicos. Sin embargo, la carga explosiva de que van dotadas en su mayoría añade complejidad al problema. El tratado no dice cómo hay que destruirlas, pero sí que los métodos no deben tener consecuencias nocivas para el medio ambiente, por lo que se excluyen los vertidos al mar, que fue el método elegido tras la Primera Guerra Mundial, el enterramiento en tierra firme o la incineración al aire libre.Un complejo proceso de incineración contenida es el único método en experimentación actualmente. El Ejército de Estados Unidos lo prueba en un atolón próximo a Hawai con la intención de generalizarlo posteriormente. Esta solución ha sido muy criticada por los grupos ecologistas, que señalan que durante la incineración se producen nuevos compuestos tóxicos, como las dioxinas. De hecho, el coste del programa estadounidense ha aumentado mucho respecto a las previsiones y encuentra dificultades técnicas. Juan López Ugalde, de Greenpeace España, señala que su propuesta es la detoxificación o separación selectiva de elementos por métodos químicos o físicos, que, sin embargo, no se han desarrollado industrialmente. Experimentos realizados en Estados Unidos para neutralizar químicamente el sarin (gas nervioso) por medio de hidróxido de sodio no se consideran satisfactorios porque no deshacen la reacción química más crítica y de los residuos se podría fácilmente volver a fabricar el gas.

Más información
El Tratado de Armas Químicas prevé eliminarlas en un plazo de 15 años

La solución más drástica la propone una empresa rusa y consiste en aniquilar el arsenal químico en explosiones nucleares subterráneas. El problema técnico mayor que presenta este método se refiere a que no es lo mismo una explosión nuclear aislada que un deflagración en presencia de numerosos elementos químicos. Según un análisis publicado recientemente en la revista Nature, la cavidad necesaria es mayor, con lo que cambia todo lo que se conoce de la dinámica de la explosión y su efecto en la roca circundante. La posibilidad de que se produzcan fracturas que dejen escapar elementos contaminantes a la superficie no es descartable.

Aunque sea una solución rechazada en Occidente, la situación en Rusia hace que no se pueda descartar totalmente para las 50.000 toneladas de armas químicas que tiene este país, según los autores del artículo.

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