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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rencillas intestinas

NO IMPORTA que el efímero primer ministro de la nueva Federación Yugoslava, Milan Panic, sea un hombre inteligente, lleno de buena voluntad y provisto de ideas sensatas para terminar con la cruel guerra que opone a serbios y bosnios y que amenaza a Kosovo y Macedonia. A la hora de la verdad, es un millonario norteamericano traído a Belgrado para ser una marioneta en manos del viejo comunista Slobodan Milosevic, que es el verdadero líder serbio. Hace seis meses, Milosevic le ofreció la presidencia del Gobierno yugoslavo porque pensaba que Panic sería un buen colchón con el que apaciguar las iras de la comunidad internacional y prestar a Belgrado una apariencia de honorabilidad. Pero en ese guión no figuraba la posibilidad de que Panic se independizara y tomara iniciativas propias. En ningún lugar estaba escrito que en aquella situación insensata pudiera ganar la sensatez.Y el pasado martes ésta resultó derrotada: a la tercera moción de censura presentada contra él fue la vencida. Hace días, Panic había perdido las elecciones a la presidencia de Serbia, ganadas por Milosevic. El martes, presentada la moción de censura en el Parlamento, el primer ministro fue ampliamente derrotado. En la Cámara de los Ciudadanos, por la fuerza combinada de los socialistas (ex comunistas de Milosevic) y los ultranacionalistas de Vejislav SeselJ, y en la Cámara de las Regiones (con representación paritaria de los dos integrantes de la federación), por serbios y montenegrinos. Se diría que la carrera política de Panic ha terminado.

¿Influirá realmente su marcha sobre la evolución de los acontecimientos, sobre las acciones bélicas y sobre un hipotético futuro de paz? Si se considera lo que ha ocurrido en la antigua Yugoslavia a lo largo de 1992, la respuesta debe ser negativa. Panic ha sido una luminaria de buena voluntad, pero su actuación ha tenido resultados absolutamente nulos.

La solución de los problemas sólo puede buscarse en la mesa de negociación de Ginebra o, más apropiadamente, en la voluntad de que hagan gala los miembros principales de la comunidad internacional a la hora (le forzar el fin de la agresión serbia. El-próximó día 2 de enero, serbios, croatas y bosnios se reunirán en Ginebra para someterse nuevamente a la presión de las; Naciones Unidas, por intermedio de Cyrus Vance y de lord Owen, y acordar el alto el fuego y la solución al problema de Bosnia-Herzegovina. Que ésta sea la cantonalización o la libanización (división del país en varias comunidades étnicas con cargos rotatorios o esferas de poder reservadas a una u otra comunidad) es, en realidad, irrelevante por el momento.

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Lo que importa ahora es acabar de una vez por todas con las hostilidades, El primer paso es el más fácil: el aseguramiento inmediato de la zona de prohibición de vuelos sobre Bosnia-Herzegovina. Para ello se cuenta ya con una resolución aprobada por el Consejo de Seguridad el pasado mes de octubre y que podría ser reforzada por otra que se aprobaría la semana próxima para dotar de medios militares a la amenaza.

En relación con esta fase de la presión internacional existen dos posiciones diferentes. Por una parte, Estados Unidos, que lleva tres meses ofreciéndose a enviar sus propios aviones para aplicar la zona de exclusión, pide ahora no sólo que se haga efectiva la medida, s¡no que ésta sea acompañada por ataques específicos a aeropuertos y baterías serbias en Bosnia. En segundo lugar, Francia (y presumiblemente España) se inclina por una acción más gradual: aplicación de la zona de exclusión y amenaza de represalias contra aeropuertos y baterías si los serbios cumplen a su vez Con la amenaza de atacar a los cascos azules en cuanto se les impida sobrevolar Bosnia. Es posible que esta solución, a la que sin duda se prestarán los intervinientes con menos dificultad que al asalto radical a las fuerzas serbias, sea eficaz a corto plazo. Debe empezarse por ella. Sólo así podrá pensarse en interrumpir de raíz la siguiente fase de la guerra: el asalto a la desesperada de 10.000 soldados bosnios musulmanes contra las unidades irregulares serbias para liberar a un Sarajevo que ya ha sufrido demasiado.

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