Sinfonía del toreo de verdad
Huichapan /Ramos, Gutiérrez, Lozano
Siete toros de Huichapan (uno de regalo), serios y con casta; lº, 2º, 3º y 6º desarrollaron sentido.
Mariano Ramos: estocada honda caída y rueda de peones (ovación y salida al tercio); estocada desprendida (dos orejas). Jorge Gutiérrez: metisaca, intento sin acertar, dos descabellos, media delantera y rueda de peones (pitos); tres pinchazos y estocada (ovación y salida al tercio); dos pinchazos, cae el toro y es apuntillado (silencio). Fernando Lozano: estocada (oreja y petición minoritaria de otra); estocada caída y rueda de peones (silencio). Monumental Plaza México, 20 de diciembre. Media entrada.
Cuajó una faena Mariano Ramos a su segundo, en la que con arte y sentimiento dirigió la sinfonía del toreo de verdad. Para algunos aficionados, cuajar una faena es la culminación de la buena lidia. Para muchos, es el éxito logrado con la muleta a base de eficiencia, razón y precisión. La calidad técnica o artística de la faena no depende del número de tandas o de pases, sino de lo bien toreado, ligado y rematado de la serie. Lo importante al estructurar el trasteo es saber colocarse a la distancia justa, la mano que ha de emplearse y la clase y cantidad de pases que el astado requiere. La finalidad es dominar a la res según su poder y estilo de embestir para lograr el lucimiento artístico.Al que abrió plaza, un morlaco aplomado y que calamocheaba, Mariano Ramos le ejecutó con maestría la lidia que requería. Pero la faena de la tarde vendría con Romancero, que empezó agarrado al suelo pero terminó entregándose y desarrollando un son extraordinario. Con este cornúpeta, el maestro de La Viga interpretó como un virtuoso las reglas clásicas de la tauromaquia, toreó por nota, cuajando una faena de cuatro series con la diestra, que hicieron que los 20.000 espectadores gritaran emociona, dos olés. Por el izquierdo, el ejemplar se quedaba corto y allí no había nada que hacer.
El segundo del festejo, un probón peligroso que pegó una paliza de órdago al banderillero Alfredo Acosta, hizo ver a un Jorge Gutiérrez sin sitio y medroso. El hidalguense tampoco supo aprovechar la claridad de la embestida del quinto, y sólo tuvo detalles en los unipases. Regaló el sobrero, que al clavar los pitones en la arena dio una maroma y se dañó las cervicales, terminándose rajado.
Fernando Lozano reapareció en la Monumental mexicana mostrando enjundia y vergüenza torera. Después de una desordenada lidia a Bandolero, que era trontón y torpón, a base de aguantarlo y esquivar sus derrotes, acabó metiéndolo a la muleta. Grata sorpresa causó su toreo en tres tandas de naturales, en las que se jugó la vida ante el morlaco, que lo estaba cazando constantemente. Durante su actuación el público le gritaba "¡torero, torero... !". Despachó de frente haciendo la cruz y dejando el acero hasta la empuñadura. Con el sexto, un bravucón que derribó aparatosamente al picador, el diestro español volvió a mostrar voluntad.
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