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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nueva etapa en Rusia

LA FORMACIÓN del nuevo Gobierno en Rusia no ha derivado en una prueba de fuerza más entre el presidente Yeltsin y los conservadores, como hacía temer la precipitada vuelta del dirigente ruso a Moscú tras interrumpir la visita oficial que realizaba a China. Los rumores que indicaban la intención del recién designado primer ministro Víktor Chernomirdin de excluir a los ministros reformistas del nuevo Gobierno se han revelado sin fundamento: Chernomirdin ha asegurado a Yelstin que contará con ellos en la nueva etapa abierta en Rusia con su nombramiento.La personalidad del nuevo jefe de Gobierno de Rusia indica que en los agitados debates del Congreso de Diputados -que volverá a reunirse en abril de 1993- ha logrado imponer su criterio el grupo de la Unión Cívica, dirigido por Arkadi Volski, que representa principalmente a los sectores de la gran industria y de la producción armamentista. Es un desenlace que muchos habían previsto, y que el propio Yeltsin parecía dispuesto a aceptar cuando inició sus negociaciones con la Unión Cívica a finales de noviembre. Ello suscita ciertas preguntas: ¿por qué se lanzó Yeltsin, después de que los diputados rechazasen a Gaidar como primer ministro, a la operación -insensata de propugnar un referéndum en el que el pueblo decidiese entre él y él Congreso? Tal iniciativa, a la que tuvo que renunciar a las pocas horas -y que sólo sirvió para ampliar la zona de la asamblea recelosa ante sus propuestas-, ha tenido como efecto que YeItsin aparezca como derrotado. Al final, el propio Yeltsin -aunque en teoría tenía derecho a imponer a Gaidar al frente del Gobierno- prefirió nombrar a Chernomirdin, que había tenido en el Congreso una aprobación ampliamente mayoritaria.

En cuanto a la reforma económica, el Gobierno de Chernomirdin introducirá sin duda un ritmo más lento en su realización, pero no cabe esperar un viraje radical, como muestra su decisión de mantener en su Gobierno el núcleo de ministros reformistas del anterior. No olvidemos que, desde junio pasado, Gaidar había tenido que aceptar algunos frenos en la terapia de choque. El propio Chernomirdin era viceprimer ministro en el Gobierno anterior, lo que supone cierta continuidad. En ese orden, la introducción de mayores dosis de pragmatismo y una mayor preocupación por evitar situaciones sociales pavorosas pueden ayudar a que la política de reforma siga adelante y cuente con una base más sólida en la sociedad. Probablemente, la mayor amenaza en estos momentos es que la espiral inflacionista, si no se logra contenerla, ponga en peligro o liquide los pasos positivos que la reforma ha dado, por duros que hayan sido para gran parte de la población.

En el plano político, no deja de ser preocupante que la gobernabilidad de un país gigantesco como Rusia esté a merced de acuerdos de pasillo entre un presidente -con la legitimidad de su elección por sufragio universal- y los líderes de unos grupos parlamentarios con perfiles poco definidos. Un Congreso tan enorme -1.000 diputados- es impropio para un debate político serio. La solución lograda para superar el enfrentamiento presidente-Congreso -cargado de peligros para la estabilidad política- es, sin embargo, frágil. Y no es sólo un problema institucional: la inexistencia de un sistema de partidos, la incapacidad de los líderes democráticos de articular una fuerza política sin caer enseguida en divisiones y personalismos, crea un vacío que otros pueden querer llenar.

Yeltsin ha realizado estos días el primer viaje oficial a China de la etapa pos-soviética. Aunque acortado en algunas horas por su precipitada vuelta a Moscú, Yeltsin habrá tenido tiempo de conocer algunas experiencias positivas de la realidad china, sobre todo la audacia para avanzar hacia la economía de mercado, la privatización de la agricultura y la producción de bienes de amplio consumo para la población. Sería negativo, en cambio, que ese viaje hubiera servido para exaltar el modelo chino en lo que tiene de negación de las libertades democráticas y prolongación del autoritarismo comunista. No faltan voces en Moscú que hablan en ese sentido.

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