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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El desconcierto de lo familiar

George Condo

Galería Salvador Riera. Consell de Cent, 333. Barcelona. Hasta Finales de enero de 1993.

Perteneciente a esa generación de artistas norteamericanos que a inicios de los ochenta asumieron desde la pintura un notorio papel rupturista frente a cierta inercia involutiva la obra de George Condo (Concord, New Hamsphire, 1957) ha venido ganándose su propia especificidad y singular parcela.Recolonización, y no colonización en el sentido del pionero que se aventura por parajes vírgenes a los cuales conferirá título de propiedad, pues más hubo entonces de aparceríasque de hallazgos insospechados. Aunque insospechada, en verdad, haya sido la manera en que han sido reasumidos.

Pero, por más que ello acarree el siempre incómodo debate acerca de la verdadera propiedad de pagos y fondos, no dejan de tener razón quienes, como el artista que ahora nos ocupa lejos de entrar en el debate obcecado de las máximas -"la tierra para el que la trabaja"-, las dan por supuestas, y, afortunadamente, trabajan duro para que la cosecha sea generosa.

Y aunque ni presunción de propiedad ni trabajo arduo sean por sí mismos suficientes motivos para granjearse la granja en el coto, sí hay mucho de cierto en pensar que a ese rango que implica el logro se ha accedido: hay están los resultados obtenidos, los plásticos, claro.

George Condo parte de la apropiación y, lo que es más importante, de la absorción de lo ido como mecanismos para situar los mojones: jalones que él sitúa en Picasso, Gorki, Newman, el surrealismo y el comic, pero también en el arte de Velázquez, Cézanne o Rembrandt.

Lógicamente, el resultado es desigual y a menudo desconcertante. Como alguien me comentó, por momentos parece que estemos asistiendo a una muestra colectiva; tal es la amplitud de registros pictóricos de Condo.

Pero ¿no habría de ser desconcertante, y al mismo tiempo consecuente, alguien que afirma que, cuando tiene una sensación, ésta proviene de la historia de la pintura, o bien que dice: "Si la pintura ha muerto, yo vivo en la muerte de la pintura"?

Proclamas bien lúcidas y sinceras que, no obstante, llevadas a sus últimas consecuencias en Condo, vienen a poner de manifiesto el anverso y el reverso del proyecto: sin interrupciones asistimos tan pronto a la contemplación de obras magistrales como a la amenaza de chaparrón.

Pero, con todo, la gran virtud de la obra de Condo consiste en su extremada voluntad dialéctica para con el pasado: un diálogo, fragmentario e irónico a menudo, sin complejos de culpabilidad, que, curiosamente, la mantiene fresca y hace que nos resulte siempre familiar.

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