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Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
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El eclipse de los políticos radicales

Pilar Bonet

El nombramiento del tecnócrata Víctor Chemomirdin como jefe del Gobierno ruso ha culminado el eclipse de los políticos radicales, hoy minoritarios, que, sin tener un apoyo en los sectores claves de la economía, ayudaron a Borís Yeltsin a librarse del corsé ideológico del partido comunista. Su impacto sobre la reforma es dificil de prever aún.Chernomirdin ha pasado la mayor parte de su vida profesional dedicado a la industria del gas y el petróleo que, a pesar de todos sus problemas de rentabilidad y renovación, ha sido la fuente de divisas más importante de la URSS y de Rusia. Su elección supone, pues, un reconocimiento de las realidades económicas rusas.

El nuevo primer ministro, bien conocido en los círculos económicos alemanes por su gestión del gas soviético, podría buscar fuentes de inspiración en Europa, y concretamente en la reconstrucción de postguerra de Alemania, a diferencia de Gaidar, que se inspiraba en las doctrinas liberales de la escuela de Chicago.

Ningún analista serio se atreve aún a hacer pronósticos tajantes sobre la influencia que Chernomirdin tendrá en la reforma. Ni siquiera el mismo Gaidar. En una entrevista a Izvestia, éste ha dicho que el nuevo equipo puede convertirse en un Gobierno muy firme", si no desencadena una poderosa espiral inflacionista".

Los analistas parecen estar de acuerdo sobre la irreversibilidad de la transición hacia la economía de mercado, que una comentarista de Izvestia comparaba con un trineo deslizándose ya pendiente abajo. "El conductor, sea quien sea, no puede hacer que el trineo remonte la pendiente ni dejarlo atravesado en ella".

En esta línea razona el economista Pável Búnich, según el cual cualquier representante del centro, en la situación del primer ministro, mantendrá el rumbo de la reforma en un 70%. Garantías para el futuro son los 300.000 empresarios privados, los 150.000 granjeros, los miles de bancos comerciales que han aparecido en Rusia y los 18 millones de arrendatarios que, según Búnich, dan el 18% de la producción industrial del país.

Los grupos de presión

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Los más pesimistas temen por la transformación estructural de la economía. El primer ministro, señalan, puede ceder ante las presiones de los influyentes lobbies que existen en Rusia, entre ellos la industria pesada y el complejo militar.

Todo dependerá, por tanto, de la capacidad del nuevo jefe de Gobierno para encontrar la tenue línea que distingue un proteccionismo razonable a las empresas que pueden ser rentables de las que están condenadas a hundirse.

El cese de Gaidar ha sido una consecuencia de las intrigas de altos vuelos en torno al presidente, pero no una consecuencia directa de la política económica de los últimos tiempos, ya que desde principios de verano la reforma había entrado en un período de revisión, después de una etapa inicial de monetarismo puro y duro.

Los relevos que Borís Yeltsin ha efectuado en su entorno en los últimos tiempos suponen una sustitución de los teóricos voluntaristas, vinculados a los sectores radicales, por los pragmáticos más moderados y, sobre todo, vinculados a intereses económicos fuertes. Ni el ex hombre de confianza del presidente, Guennadi Búrbulis, licenciado en filosofia marxista, ni Gaidar, formado en los institutos académicos, tienen conexiones con los grandes lobbies de Rusia.

La pérdida de la calle

El movimiento Rusia Democrática, que antaño sacaba a la calle a centenares de miles de personas, está hoy en plena decadencia y concentró tan sólo varios miles de manifestantes en apoyo del presidente el pasado domingo en Moscú. Por si fuera poco, la fracción Rusia Democrática en el Congreso de los Diputados ha perdido una parte de su contingente, que acaba de fundar un grupo más moderado. Después de realizar su imprudente llamamiento para un referéndum, Yeltsin pudo comprobar amargamente la pérdida de peso de sus fieles seguidores, ya que menos de doscientos diputados (de un total de 1.041) le siguieron fuera de la sala.

Durante los meses que precedieron al Congreso, Yeltsin hizo esfuerzos para ampliar su base social. El presidente se reunió con los jefes de las administraciones locales para desesperación de los representantes locales del presidente, una figura en la que Búrbulis había confiado para crear una estructura fiel de poder regional.

Yeltsin se reunió también con los presidentes de las repúblicas autónomas, con los dirigentes de Unión Cívica, el grupo de centro que lidera Arkadi Volski, con los intelectuales y con los directores de los medios de comunicación.

En gran parte, estos esfuerzos fueron boicoteados por la postura irreconciliable que mantenía Búrbulis, a quien la oposición centrista atribuía un poder casi mágico sobre el presidente. Viendo amenazadas sus posiciones, basadas únicamente en esta influencia, Búrbulis y sus seguidores denunciaron conspiraciones y supuestos golpe de Estado que, de haberse intentado realmente, les hubieran venido como anillo al dedo para justificar un fujimorazo. La oposición no cayó en estas provocaciones. Yeltsin despidió a Búrbulis, cortando toda comunicación y sin dar explicaciones.

Ahora es cuestión de ver si sus nuevos compañeros de viaje reproducen un entorno semejante al que tenía cuando Yeltsin era máximo dirigente comunista en SverdIovsk y podía, de forma incuestionada, obligar a todos sus camaradas a jugar al voleibol dos veces por semana, tanto si les gustaba como si no.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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