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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

IPC no tan bueno

EL CRECIMIENTO en un 0,1% durante el mes de noviembre en el índice de precios al consumo (IPC) -la misma variación que en el mes anterior- ha contribuido al mantenimiento de esa tendencia descendente de la correspondiente tasa interanual, que ahora se sitúa en el 5,1%, frente al 5,2% de octubre. Nuevamente han sido los alimentos sin elaborar los que han contribuido a ese registro relativamente favorable. Pero el resto de los capítulos, incluidos los alimentos elaborados, han experimentado ascensos significativamente superiores al del índice general. Por ello, la llamada inflación subyacente (excluidos los capítulos más aleatorios de alimentos frescos y energía), que resulta más expresiva de las verdaderas tensiones inflacionistas, ha registrado un crecimiento del 0,6% en ese mes, el mismo que en noviembre de 1991 y una décima superior al del pasado octubre. Su tasa interanual queda situada en el 7%: seis décimas por encima de la correspondiente al mismo mes del año pasado.Hay pocas razones, en consecuencia, para deducir del aparentemente favorable índice de noviembre una definitiva y necesaria inflexión en el comportamiento de los precios que debería acompañar al actual contexto recesivo. A pesar de la debilidad que está caracterizando al consumo privado, los precios, con excepción de los alimentos sin elaborar, siguen resistiéndose a la desaceleración. Y ello, sobre todo, en el caso de los servicios y otros sectores no expuestos a la libre competencia. Además, esa resistencia se viene extendiendo en los últimos meses a los precios de los bienes industriales no energéticos.

Esa coexistencia entre la fuerte desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía, con sus consiguientes implicaciones sobre la destrucción de puestos de trabajo, el aumento del desempleo y la caída de los beneficios empresariales, por un lado, y la persistencia de las tensiones inflacionistas, por otro, pone de manifiesto las rigideces estructurales de la economía española y la necesidad de que las acciones de política económica se orienten decididamente a su eliminación. Aun garantizando que la tasa de inflación con que termine este año evite revisiones automáticas en algunos conceptos del gasto público y en los costes salariales, no quedaría garantizada la neutralización de las tensiones inflacionistas que subyacen en la economía española. Éstas ilustran las limitaciones de la práctica en solitario de políticas globales, de carácter monetario fundamentalmente, tan alejadas de la mejora de las condiciones de oferta de la economía como inhibidoras de una sana y estable recuperación de la misma.

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