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Alivio en Bruselas, a pesar de la complejidad de los problemas 'aparcados' en la cumbre comunitaria

Lluís Bassets

Los miembros de la Comisión Europea se mostraron discretamente satisfechos y optimistas en una rápida reunión celebrada ayer por la mañana destinada a realizar un rápido intercambio de información sobre el Consejo Europeo de Edimburgo. La solución al cubo de Rubik encontrada por John Major ha hecho respirar de alivio a la institución más atacada y desestabilizada de la Comunidad Europea durante la complicada presidencia británica, que es, sin duda, la Comisión.Sin embargo, la existencia de unos presupuestos restrictivos y el aparcamiento de una serie de temas molestos hacen presgiar que la próxima cumbre europea, que se celebrará dentro de seis meses, bajo presidencia danesa y con Conpenhague como sede, volverá a tener una agenda cargada de problemas.

La estructura de la Comisión ha acogido con satisfacción las perspectivas financieras aprobadas en Edimburgo, en la medida en que proporcionan estabilidad al funcionamiento de la CE hasta el fin de siglo, y evita el alargamiento de los prespuestos del año anterior con considerables incomodidades contables y de funcionamiento.

Pero a la vez, la aprobación de unos presupuestos duramente restrictivos para ciertos capítulos como la administración, las políticas internas y la acción exterior han sembrado la inquietud entre los denostados eurócratas, a quienes se les va a exigir muchísimo más -las nuevas políticas de Maastricht, además de la negociación de la ampliación- con medios mucho menores.

Inmovilismo y pasteleo

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La técnica comunitaria para superar la crisis se ha revelado mostrando una mezcla de inmovilismo y de pasteleo. Un inmovilismo que se refleja en la escasas sorpresas que está aportando la renovación de la propia Comisión Europea, que culminará en los próximos días, en la confirmación de. las tres sedes de las instituciones (Bruselas, Luxemburgo y Estrasburgo) o en la eliminación de la cumbre de todos los temas molestos, aparcados para mejor ocasión, empezando por el aplazamiento implícito del contencioso con Francia por su rechazo del acuerdo agrario en el seno del GATT.

Y un pasteleo que constituye la técnica de la presidencia británica para resolver los más espinosos problemas, concretamente el presupuesto y el caso danés y en el caracter provisional de muchas soluciones, que tendrán su segunda vuelta durante la presidencia danesa de la Comunidad que empieza el 1 de enero. Todo ello producirá de nuevo una agenda cargada de problemas para la cumbre de Copenague, dentro de seis meses.

Ejemplo claro del caracter inmovilista y ambiguo del Consejo de Edimburgo son dos decisiones contradictorias, destinadas a seguir ocasionando dificultades en los próximos años. Por una parte, los Doce dieron un corte considerable a los gastos administrativos de la CE, hasta tal punto que disminuyen en 862 millones de ecus (121.542 millones de pesetas) en 1993 respecto a 1992. Por la otra, decidieron convertir las tres sedes de las principales instituciones en definitivas, consagrando así un capítulo de gastos enormes.

Absurdo trasiego

El Consejo de Ministros de la CE se reúne durante tres meses al año en Luxemburgo, ocasionando un absurdo trasiego de personas y documentación desde Bruselas hasta el Gran Ducado. El Parlamento Europeo reúne sus sesiones plenarias en Estrasburgo, sus comisiones en Bruselas y mantiene la secretaria en Luxemburgo.

El interés fundamental de la querella de las sedes europeas se hallaba precisamente en las nuevas instituciones y en la posibilidad de hallar una fórmula más económica a la actual triple capitalidad. Además, no ha habido asignación de nuevas sedes.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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