El aliento primitivo
Keith Richards no es un buen guitarrista, por sus carencias técnicas, ni un buen compositor, por su irregularidad, ni un buen cantante, por sus escasas facultades. Sí es parte de una leyenda de la música popular que comenzó hace 30 años con la aparición de los Rolling Stones, el primer grupo blanco que sintetizó el espíritu de tres músicas negras: el blues, el rock and roll y el soul.A una semana de cumplir 49 años, Keith Richards es de los contados músicos de su generación que se mantienen en activo con la cabeza alta, sin haber coqueteado con las diversas tendencias que han hecho del rock una música permeable y, muchas veces, superficial, ni haber cedido a las exigencias de la mercadotecnia discográfica. Richards es el único miembro de los Rolling Stones que mantiene en su carrera en solitario aquel espíritu de leyenda que desarrolla lo esencial, se aleja de florituras y ofrece de manera dura y áspera una música que es capaz de transmitir veracidad transitando por los caminos de la imperfección.
Keith Richards & The X-Pensive Winos Keith Richards (voz, guitarra), Waddy Wachtel (guitarra, coros), Ivan Neville (teclados, guitarra, coros),
Charley Drayton (bajo, batería, coros), Steve Jordan (batería, bajo, coros), Bobby Keys (saxo, percusión), Sara Dash (voz, coros), Babi Floyd (voz, coros, armónica). 2.000 personas. Precio: 3.800 pesetas. Sala Aqualung Universal. Madrid, 13 de diciembre.
Cantar, tocar y componer son las tres imperfecciones que hacen de la música de Keith Richards un todo casi perfecto. Paradojas de una música popular que se maneja con diferentes parámetros sonoros. Porque el rock es también sonido.
En música clásica, un violín debe sonar como un violín. En el rock, una guitarra eléctrica es un instrumento que permite mil posibilidades sonoras, y cada artista debe saber escoger la suya. Muchos grandes músicos no han llegado a nada por no haber encontrado la adecuada, mientras otros mediocres han salido adelante porque su sonido resulta. Desde el principio de su carrera, Keith Richards no ha tenido ningún problema al respecto.
Espacio sonoro
El sonido de Richards y sus excelentes X-Pensive Winos es un globo distorsionado, envolvente y sin resquicios, en el que una simple nota de guitarra puede sostener toda una canción. Es la invasión total del espacio sonoro con los menos elementos posibles. A partir de ahí, cada músico se convierte en un mundo que trabaja para sí y para el grupo de manera independiente y solidaria. Ver el grado de concentración de cada uno de los ocho músicos que pisaron el escenario de la Aqualung Universal fue un placer, porque todos partían de la absoluta sencillez para colaborar en una música común, en cuyo centro estaba, naturalmente, Keith Richards, el Bo Diddley del rock blanco.Richards tiene un repertorio de riffs o frases guitarrísticas muy limitado, pero suficiente para dar a las canciones el alma necesaria y la dureza imprescindible para crear la tensión que requiere el buen rock. A su voz, le cuesta definir la armonía y, aunque desafine, no desentona con el espíritu de su música. Con estos mimbres, el artista británico comenzó con el antiguo Take ¡t so hard, para continuar con 999, de su último disco, Main offender, centro del recital.
Y además del rock apareció el reggae y ciertos ritmos de aire funk. En la emocionante Time is on my side (publicada por los Stones en 1966), Sara Dash calentó aún más el ambiente y demostró que una buena voz siempre se agradece, sobre todo porque después fue Richards quien cantó Hate it when you leave (de Main offender), y se añoró a The Supremes o a Dionne Warwick.
Pero rápidamente la guitarra de Keith Richards volvió a hacer de las suyas, mientras el teclista tocaba el bajo, el bajista la batería y el batería la guitarra en una noche en la que todo parecía permitido para lograr una catarsis que, partiendo del escenario, alcanzó a una música que busca la esencia a través de la austeridad, del sonido y de la dureza. Que utiliza la imperfección para convertir la nada técnica en el todo expresivo. Que vuelve a demostrar la necesidad del aliento primitivo.
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