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La burguesía moscovita

La privatización en Rusia choca con la apatía de la población y la crisis económica

El masivo programa de privatización puesto en marcha en Rusia el 1 de octubre se debate entre los deseos de correr qué muestra el Gobierno y los límites que imponen la inercia social y la crisis profunda que vive el país. "Nosotros hemos llegado a la línea de salid mucho más tarde que los demás; por eso, para salvarnos, hemos de correr más", declaró a este diario Piotr Filippov, presidente del comité parlamentario encargado de la privatización, al comparar el programa ruso con el de otros países ex comunistas.

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Pero esas prisas contrastan con la apatía social, que se plasma en este dato ofrecido por el responsable gubernamental del proceso, el viceprimer ministro AnatoIi Chubáis: sólo el 11% de los rusos ha pasado a buscar su cheque gratuito de privatización durante el primer mes de reparto, y el plazo de recogida es de tres meses.El proceso de privatización puesto en marcha en Rusia constituye un experimento social de descomunales dimensiones. Apenas unos meses después de que se pusiera en marcha la privatización de los comercios y las pequeñas empresas -que, por cierto, no avanza con gran rapidez-, el Gobierno pone a la venta 5.603 empresas medianas y grandes, una cifra ampliable a medida que avance 1993. La razón de fondo de las prisas la explica muy bien un documento del Comité Estatal de Privatización: "Si tuviéramos tiempo y recursos financieros", explica, "podríamos esperar a que una clase de propietarios emergiera por sí misma, en un proceso de evolución histórica. Pero esta posibilidad ya no existe. De ahí que se haya puesto en marcha un programa de privatización a gran escala, que no es más que un intento de inducir artificialmente a la creación de esa clase".

Cheques casi gratuitos

El elemento clave del programa es el cheque de privatización, que se está repartiendo de forma casi gratuita -para obtenerlo sólo es preciso pagar 25 rublos, unas 10 pesetas- entre toda la población, incluidos los bebés recién nacidos. El valor nominal de este cheque o voucher es de 10.000 rublos, que al cambio del 1 de octubre -al comenzar el reparto- equivalían a unas 4.000 pesetas y que el 31 de diciembre -al finalizar- equivaldrán a 2.000 o menos, dada la devaluación acelerada que sufre la moneda rusa. Ese valor del, cheque, sin ser elevado, no es tan bajo como parece si se tiene en cuenta que guarda cierta relación con el valor de las empresas que se han de privatizar, calculado a finales de 1991, que equivale a dos o tres salarios mensuales corrientes y a casi ocho pensiones mínimas.

El voucher ha sido presentado como una manera que tiene el Gobierno democrático de restituir a la población una parte de aquello que "le ha sido robado durante decenios" de comunismo, en palabras de Filippov. Según este mismo diputado reformista, el reparto supone dar a todo el mundo la misma oportunidad: "El que quiera ser propietario lo podrá ser, y el que quiera cambiar el cheque por una botella de vodka, que lo haga". Filippov admite que mucha gente desconfía, "después de haber sido tantas veces engañada, por los gobiernos comunistas", pero considera que esas reticencias serán vencidas: "Si lo que hemos pensado se realiza, el retorno al totalitarismo será imposible".

Los primeros pasos del proceso de privatización masiva son contradictorios. Por una parte, los trabajadores de las empresas susceptibles de privatización están colaborando de manera casi unánime en el proceso y la conversión de las empresas estatales en sociedades divididas en acciones se está haciendo en los plazos previstos. Pero por otra, el valor mismo de los voucher ha caído ya a poco más de 4.000 rublos en la Bolsa de Moscú y el reparto va más lento de lo previsto.

A juicio del Gobierno, el hecho de que aún no sea posible utilizar los cheques para comprar acciones -inicialmente se preveía que hasta el 1 de diciembre no pudieran usarse, aunque esa fecha se ha adelantado ya es la causa principal de su pérdida de valor. Pero desde la oposición se agrega otro motivo: la crítica situación de las empresas. Vitali Vítebski, un diputado centrista que considera que la privatización era "inevitable", aunque debería haberse hecho de manera más reposada, expresa su temor de que los graves problemas financieros que padecen las empresas puedan convertir los Voucher en "papel mojado".

Aumentar propiedades

Tanto el reformista radical Filippov como el reformista moderado Vítebski coinciden en subrayar que la manera de evitar la caída del valor de los cheques es incrementar la cantidad de propiedad susceptible de ser adquirida con ellos. Así se está haciendo ya: no sólo podrán comprarse con voucher las empresas industriales, sino también los terrenos que ocupan y, casi casi, cualquier tipo de propiedad estatal que no sea agraria. En la primera subas ta en que pudieron usarse che ques, celebrada el 1 de noviembre en la ciudad de Nizhni Novgorod, se vendieron camiones. Vítebski prevé que el mercado se animará en diciembre, cuando una parte de los colectivos de trabajadores que han decidido hacerse con el control de su propia empresa traten de adquirir el paquete de control antes de que el 1 de enero el valor teórico de esa misma empresa se multiplique por 10 o 20 al aplicarse la correspondiente actualización.

Vítebski lamenta que el proceso de privatización se haya planteado de manera totalmente desligada del de reconversión de la industria, que en su opinión también es clave para el futuro económico del país. El Gobierno considera que sólo la rápida privatización puede animar la economía porque los instrumentos de control gubernamental han desaparecido y deben ser rápidamente sustituidos por los mecanismos de mercado. Pero la oposición centrista critica al Gobierno "por no haber sabido utilizar los fondos de que dispone", en palabras de Vítebski, y aboga por un apoyo selectivo a la reconversión de sectores con futuro como única forma de salvar la industria nacional.

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