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Gran cine del pasado y buen cine del futuro en la apertura de la Seminci

Tres sonoros nombres del pasado -la noble arqueología cinematográfica que va asociada a Luchino Visconti, John Ford y el fotógrafo mexicano Gabriel Figueroa- y otros dos desconocidos del cine futuro, el canadiense Jean-Claude Lauzon y el checoslovaco Jan Sverak, abrieron la noche del viernes la 37a edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), pequeño festival modélico que comienza otra vez con una oferta inicial insuperable, de las que crean adicción a la gran pantalla.Inauguró el festival, en la pantalla del teatro Calderón, no El Gatopardo conocido por todos, sino otro prácticamente desconocido, el integral montado por Luchino Visconti en 1963 y nunca vuelto a verse: acaba de reconstruirse en Italia -donde fue presentado en Locarno y Venecia- después de su largo y accidentado arrugamiento a la mitad de su metraje original. Aquí conocemos un filme con ese título de dos horas y media de duración, en el que sobran bastantes cosas, y Valladolid ofreció otro con casi cuatro horas, en las que no sobra nada. La arqueología nos devuelve así intacto un monumento del arte del cine vulnerado por las leyes del comercio del cine.

Un día después llegó a la misma pantalla la versión original recién restaurada de El hombre que mató a Liberty Valance, el testamentario -aunque no último- filme realizado por el genio de John Ford: uno de los primeros westerns llamados crepusculares, que, visto casi cuatro décadas después, hay que considerar en realidad auroral. De nuevo, la arqueología extrae de una vieja película el futuro del cine.

Entre medias, ya en el concurso de películas, llegaron la canadiense Leolo y la checoslovaca Escuela primaria. La película canadiense está escrita y dirigida por un cineasta de treinta y pocos años llamado Jean-Claude Lauzon; estilísticamente es angulosa, llena de vaivenes y vuelcos dura y amarga, bella, gozosa y al mismo tiempo dolorosa. Una obra magnífica, viva, de las de reír y llorar, inteligente y compleja, que pronto veremos en pantallas convencionales y acerca de la que podremos entonces hablar con más detenimiento, cosa tal vez no posible en el caso de la película checoslovaca, pues ésta tiene su estreno en España más difícil, pese a que Jan Sverak, su director, sabe mirar con transparencia a lo más inmediato y cercano. Su película es sencilla, libre y emotiva.

Una de las sombras de John Ford está estos días aquí: Gabriel Figueroa, su fotógrafo en El fugitivo. Cerró este buen día de cine la elegante arqueología viviente de este excepcional cineasta mexicano, al que la Seminci dedica un meticuloso homenaje iniciado ayer.

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