"La paz exige justicia".
P. Esa verificación internacional no es bien vista en Guatemala y en reiteradas ocasiones el Ejército y el Gobierno se han manifestado contrarios a la misma. ¿Es realmente necesaria tal verificación?
R. Sí. Sería, además, la única garantía para que, de una buena vez, termine la impunidad que protege a los sectores poderosos del país.
P. En Guatemala se vive un proceso que pretende establecer un Estado de Derecho. Desde su perspectiva, ¿se ha avanzado en el camino correcto?
R. En Guatemala, a pesar de la existencia de Gobiernos salidos de las urnas, las cosas no han cambiado sustancialmente. Al contrario, las condiciones de miseria de los sectores campesinos no han hecho sino empeorar. Eso es evidente cuando, como en mi caso, he recorrido aldeas de mi zona, situada en el altiplano indígena de Guatemala y he podido constatar, con mucho dolor, que de la pobreza se ha caminado hacia la miseria.
Esto evidencia que en Guatemala se vive bajo un régimen de profundo desprecio hacia la vida, de la más absoluta insensibilidad en materia social. Eso está a la vista. Cualquiera lo puede constatar.
P. Sin embargo, se han abierto algunos espacios para sectores que antes no podían expresarse...
R. Eso no se puede negar. Existen algunas alternativas políticas que podrían, en algún momento, permitir la creación de un sistema más justo, más humano y es también el fruto de la lucha de miles de compatriotas guatemaltecos.
Si no fuera por ese esfuerzo, no se hubieran producido nunca las reuniones reivindicativas nacidas alrededor de la conmemoración del Quinto Centenario ni existirían las negociaciones entre el Gobierno de Guatemala y la guerrilla, y los refugiados en México han podido firmar un acuerdo de principios con el Gobierno para su retorno. Todo esto no es, en absoluto, obra de la casualidad. Es el producto de la lucha diaria de muchas personas.
P. ¿Qué significado tendrá el Nobel para usted?
R. Sería un gran honor para Guatemala, para un pueblo cuyos sufrimientos fueron silenciados por la comunidad Internacional. Nuestra tierra, hasta ahora, sólo ha sido vista por su paisaje, sus ruinas, sus volcanes, pero sin tener en cuenta que servían de marco idílico a unas condiciones de miseria infrahumanas.
En 10 años de lucha por tejer una alfombra de solidaridad, las cosas han empezado a cambiar. No ha sido fácil convencer a la gente para que trabaje por Guatemala, pero muchas personalidades han llegado al país para comprobar lo que afirmo en mí libro Me llamo Rigoberta y así me nació la conciencia.
En este contexto, el premio Nobel de la Paz, para mí, será una gran responsabilidad, por que represento a mucha gente que ha sufrido mucho. Por tanto, estaré dispuesta a llevarlo con mucha dignidad.
Pregunta. ¿Qué puede ocurrir si se sigue ignorando al indio, si en Guatemala se sigue viviendo bajo patrones ajenos a la realidad de este país?
Respuesta. Mantener el actual estado de cosas sólo conduciría a una polarización todavía mayor de la que estamos viviendo. Los indígenas ya no podemos seguir bajo ese sistema unilateral. Quiero puntualizar que no queremos hacer reclamo, pasar factura. Pero estamos cansados de que se nos margine y de tanto abuso de los sectores que pretenden utilizarnos sólo con fines de promoción política, ignorando que somos seres humanos.
Este país pretende vivir en una democracia, pero al indio, que constituye la población mayoritaria, se le ignora absolutamente hasta el punto de que la justicia para él no existe. Jamás en Guatemala se ha pensado en legislar para el indio. Esto es algo que debe hacerse y de inmediato, dentro del marco de una necesaria reforma a la Constitución de la República.
Mi esperanza y uno de los motivos de mi llegada a Guatemala es, precisamente, luchar porque se nos reconozcan nuestros derechos y los derechos de todos los guatemaltecos dentro de un marco de concordia nacional.
P. ¿Cree usted que las conversaciones entre el Gobierno y la guerrilla pueden crear las condiciones para esa concordia de que habla?
R. La paz no es, de ninguna manera, la firma de un documento. Requiere la creación de unas condiciones de justicia social, respeto a la ley y a los derechos humanos, por ahora ausentes en Guatemala. Si se firma una paz sin considerar esos elementos, se cometerá un error grave que, en el fondo, sólo conduciría al nacimiento de nuevos focos de confrontación.
Por eso, el documento de los derechos humanos que ha empantanado las conversaciones entre el Gobierno y la guerrilla es imprescindible. Responde, además, a muchas demandas de la sociedad guatemalteca, particularmente del sector indígena, el más afectado en los 32 años de conflicto. Además, cuando se firme ese documento, si es que se firma, muchas entidades internacionales podrían prestar su colaboración en la verificación del compromiso firmado.
Impunidad de los poderosos
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