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Una cabeza humana en el maletero del coche

George Charpak estuvo hace un mes en Madrid, en una reunión de físicos de partículas y cosmología celebrada en El Escorial. Sus colegas discutieron de los constituyentes elementales de la materia y del universo, él puso el contrapunto y habló de ratas, de cerebros humanos y de estudios médicos. Una versión reducida de los detectores de partículas elementales, esas máquinas enormes y costosas tan aparentemente alejadas de cualquier aplicación práctica, sirven, explicó, "en medicina y en biología, para obtener imágenes con alta resolución de los tejidos". Ahora está perfeccionando un detector, más rápido y eficaz que los actuales, para analizar muestras biológicas.Charpak, cansado después de la reunión en El Escorial, contempló, con algunos asistentes, una puesta de sol en la sierra desde la silla de Felipe II. "¿Es usted el de la cabeza cortada?", le preguntaron. Y aceptó contar la anécdota. "Quería probar qué imágenes obtendría del interior de una cabeza humana con el detector que había diseñado, pero no es fácil lograr una", empezó a explicar como si fuera la cosa más normal del mundo. "Un amigo médico que vive en Francia me dijo que podía proporcionarme la cabeza cortada de un cadáver reciente; fui a recogerla en coche a Marsella y me la llevé a Ginebra. Mis colaboradores no estaban muy felices de tener que manejarla en el laboratorio, pero hicimos los experimentos".

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¿Cómo se deshace uno de una cabeza humana después de experimentar con ella? Charpak recordó que pasó un mal rato con ella metida en un recipiente, en el maletero del coche, cuando la llevaba de regreso a Francia, al amigo médico, y le paró la policía fronteriza. "Abren el maletero y me preguntan qué llevo. Contesto, francamente preocupado, que son muestras anatómicas". En esos días un empresario importante había sido secuestrado. Mi situación era complicada: soy físico, no médico o biólogo, y explicarles qué hacía una cabeza en el maletero de mí coche no iba a ser fácil. Me daba miedo la reacción de los agentes cuando abrieran y se encontrasen eso". Pero renunciaron al registro.

Tal vez su aspecto de profesor respetable, relajado, con el pelo blanco, convenció a los agentes. "Me dejaron seguir sin compro bar lo que llevaba, hicieron un pésimo trabajo como policías", recordó con, una carcajada.

Debe tener muchas anécdotas que contar, pero no cómicas, al contrario: lo pasó muy mal en un campo de concentración nazi, en Alemania, durante la II Guerra Mundial, cuando fue detenido por pertenecer a la Resistencia, a la que se unió como francés que era (su familia había salido de Polonia antes de la guerra). Lo comenta ahora un amigo, señalando que Charpak fue condecorado como héroe de la Resistencia.

Un réplica del famoso detector de Charpak, el que le ha valido el Premio Nobel, ha estado en el pabellón del Universo de la Expo, y él estuvo allí el pasado día 30 (Día del CERN) explicando en qué consiste.

A Charpak le gusta hablar de sus hijos y lo hace con entusiasmo de su hija, que vive en Bogotá, y ha hecho una investigación sobre las madres canguro. "Ha demostrado", dice, "que es muy bueno para los bebés prematuros permanecer físicamente pegados al cuerpo de la madre durante semanas". Está decidido a seguir investigando en las aplicaciones médicas y sostiene que los científicos, físicos y biólogos, tienen que escucharse unos a otros.

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