"El toro coge menos, pero es mas certero"
Ramón Vila es uno de los. cirujanos más veteranos y con mayor prestigio en la especialidad taurina, y será uno de los principales anfitriones en el Congreso Internacional de Cirugía Taurina, que empieza mañana en Sevilla. Lleva 21 años en el equipo médico de la sevillana plaza de toros de la Maestranza, de la que fue nombrado cirujano jefe en 1978, y los toreros confían plenamente en sus conocimientos y experiencia.Este año, sin embargo, la desgracia se ha cernido sobre el coso: las dos únicas cornadas ocurridas en el albero maestrante -Montoliú el 1 de mayo, Ramón Soto Vargas el 13 de septiembre- fueron mortales. Ambos llegaron a la enfermería sin salvación posible. No obstante, llamó la atención que uno de ellos, Soto Vargas, anduviera unos pasos tras la cogida y no se diese cuenta de que estaba herido.
Pregunta. Un hombre he do en el corazón ¿cómo puede llegar hasta la barrera por su propio pie y no apercibirse de que tiene una cornada?.
Respuesta. Soto Vargas llevaba, casi literalmente, una puñalada en el corazón. Y es cierto que una herida inciso-contusa en un ventrículo hace que se desangre el corazón en 15 o 30 segundos. Pero hasta que eso ocurre, la persona está como si no hubiera pasado nada. Todos los manuales de emergencia dicen que si hay algo clavado en el corazón no se saque, pues hace de tapón, y así se puede trasladar a la persona herida. Soto Vargas pudo dar unos pasos porque el corazón aún no se había desangrado.
P. Aún vivió un tiempo en la enfermería, ¿no?
R. Sí, pero ya llegó con el corazón totalmente parado. Los miembros del equipo médico, con mucho esfuerzo, logramos que volviera a latir. Ahora bien, por la falta de riego, los centros del automatismo cerebral ya no se ponían en marcha. El corazón latía como músculo, sí, pero no recibía las órdenes del cerebro para que lo hiciera. Estuvo latiendo 25 minutos e incluso preparamos al torero para trasladarlo a la UCI, mas el corazón se volvió a parar y ya no hubo nada que hacer.
P. Aparte de estos fallecimientos, ¿ha habido otras temporadas más sangrientas?
R. Desde luego. Cuando yo entré en el equipo médico en 1971, solían producirse 14 o 15 cornadas de diversa gravedad cada temporada. O sea, que había mucha sangre. En cambio, ahora hay muy poca, aunque es muy gorda. Lo vengo diciendo desde hace tres congresos de cirujía taurina: los toros cogen ahora menos, pero son mucho más certeros.
P. ¿Y eso por qué?
R. Hay dos factores fundamentales: la edad del toro, que ha aumentado, y su cuajo. Al embestir más pastueño y tener menos fuerza, mira más, ve más y coge mejor.
P. No se entiende muy bien el razonamiento. Usted mismo acaba de decir que coge menos.
R. En efecto, coge menos. Este año, en Sevilla, sólo ha habido dos cornadas: las dos, mortales. La temporada anterior también hubo dos, y graves: las de Emilio Muñoz y Niño de la Capea. Al Congreso de Cirugía Taurina, que empieza mana, llevaremos la estadística del número de cogidas que se producen de congreso a congreso (son cada dos años) y se verá, como en ocasiones anteriores, que mientras baja el número de percances aumenta su gravedad. Este año llevamos 50 corridas en Sevilla y no nos hemos puesto los guantes más que para los dos trágicos percances.
P. En los 21 años que lleva usted de cirujano en la Maestranza, ¿se ha producido una evolución en el tipo de cornadas como consecuencia de la propia evolución del toreo?
R. Para mí, sí. A Soto le cogió un novillo que era casi toro. En el caso de Montoliú, cualquiera que tenga el vídeo puede comprobar cómo el toro espera al torero para pegarle la cornada. Quiso cogerle por el muslo, pero no acertó, resbaló el pitón, que le enganchó por la corva y lo levantó del suelo. Y cuando ya caía, el toro agachó la cabeza como diciendo "aquí te espero", y entonces le pegó la cornada mortal. Eso era muy difícil verlo antes. Yo creo que influye incluso la propia psicología del toro. El actual está más cabreado, valga la expresión. El toro de antes corría en el campo y ahora vive en un palmó de terreno. Ya dicen los ganaderos que cada vez son más frecuentes las peleas entre toros, lo cual antiguamente era rarísimo. En consecuencia, el toro sale a la plaza con mala intención. Los hay de ganaderías buenas que parecen miuras; quiero. decir, aquellos miuras que esperaban y alargaban el cuello, con mucho sentido...
P. No será tanto el sentido si cogen menos; perdone que insista.
R. También influye que hoy los toreros están más preparados que antes, ojo. Antes, cada novillo les pegaba a los novilleros tres o cuatro volteretas. Al novillero actual, generalmente, no le pega ni una, pues sabe colocarse, medir los terrenos, dar el pase, mientras antes cogía la muleta a lo que saliera y ¡allá que te iba el muchacho!
P. ¿Hay una psicología específica del torero?
R. Sí, y muy interesante. Se trata de una persona tan influida por su arte, que es distinta a los demás profesionales. Si sufre una cornada, nunca se considera derrotado. El torero prefiere morir de una cornada que de una enfermedad. Y, además, se viene arriba y quiere volver a torear inmediatamente.
La cornada de Vargas
P. ¿Cuáles son las peores cornadas que ha atendido usted en estos 20 años?
R. Las ya mencionadas de Niño de la Capea y Emilio Muñoz; en 1990, Fernando Cepeda; el cabestrero Manolín, con una cornada en el pecho; Lucio Sandín, que perdió un ojo; Pepe Luis Vázquez, con un cornadón que penetró en el muslo y le llegó a la barriga; El Califa, con una cornada en un pulmón; Paquirri, en 1978, con sendas cornadas en ambos muslos. Y, sobre todo, la de Pepe Luis Vargas; fue la peor.
P. ¿Peligró su vida?
R. Sí, porque perdió una cantidad impresionante de sangre en muy poco tiempo. Y no fue por la arteria, sino por la vena, es curioso. Hubo varios factores que lo explican: las taleguillas son tan ceñidas que dificultan la circulación, y esto se unía a que estuvo mucho tiempo de rodillas frente al chiquero para recibir al toro, que tardó en salir. Debía de tener los muslos hinchadísimos y, al recibir la cornada, soltó tres litros de sangre en un momento. Semejante sangría produce un débito cardiaco súbito y, claro, entró en la enfermería muriéndose. A toda prisa le abrimos el abdomen, le sujetamos con la mano la vena para detener la hemorragia, le metimos gran cantidad de sangre, y cuando vimos que se recuperaba, empezamos a operarle.
P. Estas experiencias es de suponer que las intercambiarán en el congreso.
R. Siempre lo hacemos. En el anterior, Máximo García de la Torre, cirujano-jefe de Las Ventas, expuso la cornada mortal de Campeño, y los franceses, las lesiones de Nimeño y julio Robles. Este año abordaremos uno de los peores problemas de la cirugía taurina: las lesiones rectales. En fin, trataremos temas de mucha actualidad, y creo que el congreso va a ser un éxito.
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