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Un edificio de la Residencia de Estudiantes albergará la memoria de la generación del 27

Termina la reforma del 'transatlántico', centro de estudios de los 30 primeros años del siglo

"No tengo hasta ahora amigos; sólo amigas. Lo contrario que en España", escribe Luis Cernuda en 1929, desde Toulouse. La persona que recibe esas confidencias es la misma a la que Aleixandre le cuenta de un flemón por una inyección mal puesta, o a quien Altolaguirre envía 25 ejemplares del primer Litoral. León Sánchez Cuesta, el librero de la generación del 27, cuyo archivo de 6.000 cartas es uno de los que podrán ser estudiados en el Centro de Documentación de la Residencia de Estudiantes, en el legendario edificio conocido como el transatlántico, ahora restaurado y cuya apertura está prevista para principios del 93. Un transatlántico con la memoria feliz de los primeros 30 años del siglo XX en España.

Hubo un tiempo, no tan lejano si se piensa, en que los libreros podían encontrarse en el centro de la vida artística, como se de duce de las cartas que escribían los artistas del 27 a su librero, y no sólo pidiéndole libros. La lectura más superficial de los encargos de los escritores y sus cuentas en la librería dice mucho, y sorprende, acerca de sus lecturas y su cultura, o su interés por lo que se hacía en España en la época; al contrario de lo que suele ser leyenda sobre las sociedades literarias, los escritores de esos años demostraban entre sí un gran sentido de la amistad. Todo esto no es anécdota: Como ha demostrado la Nueva Historia, con obras que figuran entre las grandes aportaciones de la historiografía de nuestro tiempo, la cotidianeidad, el detalle y los personajes secundarios han pasado a ser elementos indispensables de cualquier estudio del pasado. Otros archivos que se suman al de Sánchez Cuesta son los de la Junta para Ampliación de Es tudios (vinculada a la Institución Libre de Enseñanza), la biblioteca del Museo Pedagógico Nacional (cuyo núcleo fue compilado por Manuel Bartolomé Cossío), el archivo de José Moreno Villa (con numerosos retratos de los intelectuales de la época) y una copia microfilmada del archivo de Pedro Salinas, uno de los mejores epistolarios de su tiempo, formado, por 3.500 cartas que se encuentran en la Universidad de Harvard.

El hijo del poeta, Jaime Salinas, dirige el Programa de Recuperación de Archivos y Bibliotecas, que pretende rescatar los archivos que se quedaron en el exilio o permanecen todavía en propiedad de particulares. Según el modelo ya seguido con el archivo de Salinas, a comienzos de 1993 se incorporará en microfilm el archivo de Jorge Guillén, y luego el de Amado Alonso.

El transatlántico incluirá igualmente un archivo fotográfico con la memoria gráfIca de aquel tiempo extraordinario que ya fue evocado por Pablo Neruda en Confieso que he vivido; Rafael Alberti,en La arboleda perdida; el estudioso Agustín Sánchez Vidal, en sus libros sobre Dalí, Lorca, Buñuel y Miguel Hernández, o el libro Dalí residente, de Rafael Sánchez Torroella, editado por la propia Residencia y recién aparecido. La fonoteca incluirá el archivo de la palabra y las canciones populares, con más de 100 horas de voces y folclor español.

Los jardines de Juan Ramón

Pero la recuperación del transatlántico constituye un valor cultural en sí mismo, pues viene a completar un conjunto de cuatro edificios diseñados a comienzos de siglo por los arquitectos Antonio Flórez y Javier Luque, en lo que Walter Gropius consideró un "magnífico ejemplo de mudéjar funcional", y que, en un Madrid arrasado por la especulación, es la mayor concentración de la arquitectura madrileña de entreguerras. En otras palabras, un modelo de arquitectura de raíz popular española, que utilizaba materiales baratos de reminiscencia mudéjar.En los tiempos de la Residencia, el transatlántico era el laboratorio por el que pasaron Juan Negrín, Luis Calandre y algunos otros de los mejores científicos del siglo español. Después de la guerra se convirtió en la residencia de los hijos del jalifa del Protectorado español de Marruecos -su interior fue desfigurado con arcos de supuesta inspiración árabe-, y luego fue el internado del Instituto Ramiro de Maeztu, hasta 1987.

Pese al deterioro irrecuperable, pues la llamada Colina de los Chopos está cercada por edificios que rompen perspectivas en su día famosas, la recuperación quedará completa, en lo posible, cuando se restaure lo salvable de los jardines, diseñados en parte por Juan Ramón Jiménez.

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