La tierra de las mil trampas
Los ocho ocupantes del experimento 'Biosfera II' cumplen un año aislados del mundo
El proyecto Biosfera II empezó hace un año en el desierto de Arizona (EE UU) en medio de una gran expectación ante el encierro de cuatro hombres y cuatro mujeres en un gigantesco invernadero, donde durante dos años estaba previsto que nada ni nadie entrara ni saliera. Hoy, al cumplirse su primer aniversario, los organizadores de este costosísimo experimento en autosuficiencia humana intentan salvarlo del escándalo, de las acusaciones de fraude y de lo que ahora reconocen como graves y numerosos errores científicos.
El proyecto comenzó rodeado de polémica. Los científicos se mofaban de él. Algunos de sus participantes en el exterior afirmaron que era un engaño y se fueron. Y algunos miembros de la Biosfera II -llamada así en oposición a la biosfera I que es la Tierra-, delgados y con los nervios de punta, amenazaron el invierno pasado con dejarlo todo si la organización no hacía algo por recuperar el prestigio perdido.En el centro de la polémica estaban las noticias sobre las trampas que se estaban cometiendo. La organización terminó por admitir que sacaban el exceso del dióxido de carbono del invernadero e inyectaban aire fresco, que se habían introducido suministros y que todo había empezado con provisiones para tres meses.
Ahora, tras las críticas realizadas por un grupo de científicos de prestigio, encabezados por Thomas J. Lovejoy, un ecologista de la Smithsonian Institution, Biosfera II está tratando de recuperar la confianza del público y de los investigadores. Se busca un científico para dirigirlo, se han nombrado nuevos ejecutivos y un nuevo director de relaciones públicas. Los organizadores dicen que están aprendiendo de sus errores -10.000 según Margaret Augustine, la administradora-
Los ocho biosferanos se encerraron el 26 de septiembre de 1991. Todos eran solteros y podían establecer las relaciones sexuales que quisieran. Sus únicas vías de comunicación con la sociedad debían ser la luz, la electricidad y las comunicaciones electrónicas. Les acompañaban 3.800 especies de plantas y animales.
En octubre, una biosferana, Jane Poynter, se cortó un dedo en un accidente y tuvo que salir para una cura, aunque volvió horas más tarde. A las tres semanas los responsables admitieron que al volver llevaba consigo provisiones de todo tipo. En diciembre se produjo la entrada de aire fresco, para compensar el que se había filtrado hacia afuera, pero hasta 10 días después no se reconoció.
Mientras tanto, los biosferanos empezaron a pasar hambre y tuvieron que recurrir a las provisiones que 'habían entrado al mismo tiempo que ellos. "El resultado fue muy gratificante", señaló una de ellos, Linda Leigh, en un reciente artículo. "Empecé a recuperar peso y teníamos los ánimos menos irritables". La gota que colmó el vaso de agua fue la acusación hecha por un informático que trabajaba desde el principio en el proyecto de que los programas de ordenador estaban diseñados para poder falsificar los datos. "Después de haber trabajado durante dos años con esta gente, yo personalmente no me creería ni una sola palabra de lo que dicen", afirmó este experto, Rocky Stewart.
Finalmente, en febrero, el multimillonario tejano que financia todo el proyecto, Edward P. Bass, pidió una auditoría externa. En el informe, de 14 páginas y terminado en junio pasado, se decía que el proyecto tenía demasiado secretismo, sus objetivos no estaban bien definidos y que faltaba personal cualificado (entre los biosferanos sólo uno es licenciado). El informe recomendaba formas de mejorar los resultados científIcos, que debían ser publicados en revistas importantes, y también, paradójicamente, que las reglas de entrada y salida fueran menos rigurosas.
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