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La reconciliación de Pekín y Seúl marca una nueva correlación de fuerzas en Asia

Juan Jesús Aznárez

La visita a China del presidente surcoreano, Roh Tae Woo, rubrica el establecimiento de relaciones acordado hace poco más de un mes por dos naciones que se enfrentaron durante cuatro décadas y subraya la nueva correlación de fuerzas en el noreste asiático con la reconciliación entre Seúl y Pekín. Japón deberá ceder espacio en China a Corea del Sur y aceptar la entrada en liza de un competidor político y comercial que no evoca en el país más poblado del mundo los horrores del Ejército imperial nipón.

Roh llegó ayer a Pekín al frente de una delegación política de 15 miembros y de decenas de hombres de negocios, y declaró que se reunirá con los principales dirigentes chinos para superar el lastre del pasado.China apoyó militarmente a Corea del Norte en la guerra de Corea de 1950 a 1953 y es, quizás, el único país del mundo que tiene una influencia determinante sobre el régimen estalinista de Kim II Sung.

El fin de la guerra fría y la multiplicación del comercio con Corea del Sur facilitaron una normalización de Seúl que es fundamental para avanzar en el proceso hacia la reunificación de la península. "Mis entrevistas con los líderes chinos constituirán uno de nuestros pasos más importantes en el proceso hacia la meta de la unificación", manifestó Roh Tae Woo. El programa nuclear norcoreano será otro de los asuntos a tratar.

Japón, mientras tanto, estudia atentamente la evolución de esa reconciliación, precedida por un intercambio comercial de casi 6.000 millones de dólares en 1991 y de 10.000 millones este año, según las previsiones. La formalización de vínculos con Pekín permitirá a Corea del Sur participar masivamente en proyectos públicos chinos de envergadura, y las inversiones niponas pueden perder oportunidades. China, de todas formas, parece suficientemente grande y necesitada como para acaparar todo el capital extranjero disponible.

El favor de la historia

La historia, sobrada de afrentas niponas en Asia, favorece a Corea del Sur, que fue otra de las víctimas del expansionismo militar japonés, y podría ser decisiva en el desarrollo de los acontecimientos. En este sentido, el próximo viaje del emperador japonés a China constituye la baza más fuerte jugada hasta el momento por la diplomacia de Tokio para intentar hacer las paces con una nación que perdió millones de vidas durante la ocupacion de principios de siglo y durante la II Guerra Mundial.La desconfianza de China y de Corea del Sur hacia Japón es aun grande. Las dos naciones, que reclaman todavía una reparación pública a la antigua potencia colonial asiática, coinciden en la conveniencia de forjar contrapesos que equilibren la fuerza económica y política de Tokio y su capacidad para promover rápidamente la industria bélica.

El primer ministro japonés, Kiichi Miyazawa, subrayó a principios de mes que Asia es un continente con potencialidades suficientes como para superar en poderío a Europa y EE UU. "Japón debería considerar seriamente cómo ayudar a sus vecinos", dijo. Por otra parte, el fortalecimiento político y militar chino, su apertura diplomática y proyección regional y una Corea unificada y alineada con China inquieta a Japón, que aspira al liderato soltando amarras de EE UU, el país que dictó su Constitución y su política exterior.

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