'Monstruografías' de Antonio Saura o el arte de ilustrar
El Centro Cultural del Circulo de Lectores, que ya sorprendió gratamente a comienzos del pasado verano con una muestra de los dibujos originales que Eduardo Arroyo había hecho para la edición del Ulises, de Joyce, ahora vuelve a hacerlo con otra excelente exposición, que contiene no sólo nueve libros ilustrados por Antonio Saura (Huesca, 1930), figura capital del arte contemporáneo español, sino los centenares de originales dibujados por él al respecto.En este sentido, bastaría decir que está abierta al público una exhibición tan cuantiosa e interesante de dibujos de Saura para reclamar la atención inmediata del buen aficionado, pero es que, además, para quien conozca el talento perverso-pervertidor (que va al través o que atraviesa la realidad y, por tanto, los lenguajes) de Antonio Saura, o, todavía más, para quien sepa los fondos literarios en donde ha recalado su imaginación gráfica -Cervantes, san Juan de la Cruz, Gracián, Collodi, Ramón Gómez de la Serna, Kafka, Orwell, Cela, Ríos-, esta cita se ha de convertir en imprescindible.
Saura y los libros de su vida
Centro Cultural del Círculo de Lectores. O'Donnell, 10, Madrid.Del 22 de septiembre al 12 de octubre de 1992.
En esta admirable empresa el perverso Saura lo pervierte todo menos su identidad como pintor, que ilustra con el gesto de su característica monstruografía: su escritura afilada en pos de los puntos oscuros y, por tanto, irrepresentables de los textos literarios.
En esto consiste la belleza de esta conjunción literariográfica: que no hay supeditación entre las partes, sino una misma insistencia en la excavación de los agujeros negros que hacen a un estilo literario y pictórico converger sobre honduras semejantes, pero por procedimientos insospechadamente distintos.
Formidable
El resultado es, sin duda, formidable, y, como tal, pleno de apasionantes incidencias: las que van, por ejemplo, de la sobriedad cristalina y desnuda con que la grafía de Saura evoca el frenesí poético de san Juan a las interjecciones espasmódicas con que Pascual Duarte se hace una silueta eréctil en el acto de levantar el cuchillo, que es el acto de Abraham sacrificando a Isaac, pero también el acto con que el pintor se descarga sobre la tela. Por lo demás, ni siquiera hay que elogiar por obvio ese otro gesto del Círculo de Lectores que, rompiendo toda rutina, ha querido convocar un acto de creación, con lo que, además de difundir la literatura de los clásicos, se ha involucrado en la producción de una obra de arte.
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