La ruleta rusa nuclear
La explosión de la central atómica de Chernóbil (Ucrania) el 26 de abril de 1986 arrojó la sombra del holocausto nuclear sobre la conciencia del mundo. La gravedad del accidente y la posterior apertura política de la antigua URSS descubrió con toda crudeza la peligrosa ruleta rusa a que jugaban los funcionarios soviéticos. Desde entonces, qué hacer para garantizar la seguridad de las plantas nucleares existentes en los países del Este de Europa se ha convertido en la pregunta del billón de dólares.
Expertos internacionales en temas nucleares intentaron responder a esta cuestión en el debate celebrado ayer en Madrid en el marco del XV Congreso del Consejo Mundial de la Energía y apuntaron tres soluciones: cerrar las centrales inseguras -opción que fue descartada-, mejorarlas o sustituirlas por fuentes de energía convencional. Tres alternativas que implican cifras dé más de nueve ceros en dólares.
Morris Rosen, director de la división de Seguridad Nuclear de la Agencia Internacional de Energía Atómica, dejó claro la imposibilidad de cerrarlas, incluso temporalmente: "En el este de Europa el desarrollo industrial y la mejora de las condiciones de vida de la población es imposible sin el abastecimiento de electricidad, y ésta es generada, además de por plantas de combustibles fósiles, que son muy contaminantes, por centrales nucleares en una proporción muy alta. En 1991, la dependencia nuclear de la producción eléctrica fue del 51% en Hungría, del 45% en Lituania, del 35% en Bulgaria, del 28% en Checoslovaquia, del 25% en Ucrania y del 12% en Rusia. Acabar con la producción eléctrica de origen nuclear en Ucrania sería equivalente a cerrar más de 100 reactores nucleares en EE UU, lo que tendría consecuencias sociales y económicas totalmente inaceptables".
Rosen cifró en 57 los reactores soviéticos actualmente peligrosos por su deficiente diseño o construcción -42 de agua y 15 de grafito, como el de Chernóbil- y estimó en 200 millones de dólares (unos 20.000 millones de pesetas al año) los costes de reparación de cada uno de ellos. Esta cantidad, añadió, sólo podrá ser afrontada si existe una estrategia firme dé cooperación internacional con la que estén comprometidas las instituciones políticas y financieras mundiales.
Caos político y económico
Las buenas intenciones de Rosen fueron contestadas con cierta ironía por Anthony Churchill, director del departamento de Industria y Energía del Banco Mundial, quien dijo cosas como éstas: "Es de ingenuos creer que se va a implantar la seguridad en países que viven actualmente en el caos político y económico. En una invitación a la ruleta rusa", o "¿piensan que podremos pagar ese proceso de cooperación internacional? Del G-7 a la OCDE, y después a Dios, que tal vez no se haga responsable. La pelota se paseará entre las distintas siglas". La propuesta de Churchill fue: "Sustituir los reactores que entrañan riesgo por plantas de energía convencional costaría 20.000 millones de dólares (dos billones de pesetas) a gastar en 10 años, cantidad que, dividida entre 700 millones de europeos, representaría sólo tres dólares por cabeza, lo que es un seguro muy barato". La operación, según este experto, podría llevarse a cabo entre el año 1996 y el 2006.
El único representante ruso en el debate, el profesor E. O. Adamov, director de Investigación y Desarrollo del Instituto de Ingeniería de la Energía de Moscú, defendió que las centrales de su país son tan seguras como las de Occidente y destacó que el principal problema ruso para acometer las mejoras en seguridad es la galopante inflación que afecta al rublo.
Por su parte, los dos representantes de la CE, Sergio Finzi y Pablo Benavides, subrayaron el compromiso europeo en ayudas para la seguridad nuclear de los países del Este, una ayuda que para la ex URRS es este año de 120 millones de dólares.
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