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La violencia neonazi se extiende a varias ciudades de la antigua Alemania comunista

La violencia racista en Alemania se intensificó este fin de semana, como ya es habitual. Los ataques de grupos neonazis contra albergues de refugiados se centran ahora en cinco o seis ciudades de la antigua Alemania comunista, especialmente en el land de Brandeburgo, donde se concentran la mayoría de extranjeros que diariamente, por centenares, logran cruzar el río Oder y llegar a uno de estos centros, donde piden asilo político y evitan ser expulsados.

A lo largo del fin de semana, los ataques de extremistas de derechas y bandas de skin heads se concentraron en albergues para extranjeros situados en las ciudades de Cottbus, Francfort del Oder, Prenzlau, Hoyeswerda y Lübbenau, en la ex RDA. Asimismo, en Berlín, un cementerio judío amaneció ayer con las lápidas derrumbadas.La parte occidental del país tampoco escapó a la violencia. En la rica Constanza, en Baden-Würtemberg, una bomba incendiaria fue lanzada contra uno de estos locales. Otro tanto sucedió en las cercanías de, KarsIruhe.

Pero el punto más caliente de este fin de semana ha sido un notorio albergue de refugiados en el que se hacinan varios miles de personas y que está situado en la ciudad de Eisenhüttenstadt, una destartalada zona industrial en el río Oder, junto a la frontera polaca.

La noche del sábado al domingo, unidades de la policía de fronteras, las implacables Bundesgrenzschutz (BGS), se enfrentaron a bandas de neonazis en los alredores de este albergue. Un primer ataque fue protagonizado por unos cuarenta agresores que, tras lanzar bombas incendiarias y piedras contra la policía, se retiraron. Pero, tras ser reforzados hasta sumar casi un centenar, volvieron para enfrentarse a un número similar de efectivos de las BGS, que lograron evitar que el albergue resultara afectado.

Desde la noche del viernes, la policía efectuó decenas de detenciones. Las desgracias personales se limitaron a una mujer que, presa del pánico al arder la habitación del albergue de Hoyeswerda en el que se encontraba, cayó por las escaleras y tuvo que ser hospitalizada. El mismo viernes, un tribunal de Berlín encarceló a cinco jóvenes y una adolescente por intentar incendiar un albergue ocupado mayoritariamente por vietnamitas. La publicidad dada a esta decisión judicial parece indicar un endurecimiento de los tribunales, que hasta la fecha habían dejado casi siempre en libertad provisional a los incendiarios.

Lo más paradójico de la situación en Eisenhüttenstadt es que las mismas tropas de la BGS que se encargan de proteger a los refugiados de los ataques neonazis tienen asimismo la misión de evitar que los extranjeros que cruzan el río Oder por esta zona -donde en estos momentos tiene una profundidad no mucho mayor de un metro- consigan llegar al albergue. Cada día, aseguran fuentes de la policía, entre uno y dos centenares de personas cruzan así la frontera y corren campo a través los escasos dos kilómetros que les separan del albergue de Eisenhüttenstadt. Si consiguen entrar sin ser descubiertos, piden inmediatamente asilo político, con lo que entran en el largo trámite burocrático que les permite quedarse, en ocasiones, más de un año en el país, albergados y alimentados por las administraciones locales y regionales, hasta que se resuelve su expediente.

Cifra récord

Hasta hace poco las autoridades aseguraban que sólo a un 5% se reconocía la condición de refugiado político, pero las últimas estimaciones sitúan la cifra en un 1%. Esto no ha evitado que en los primeros ocho meses de este año se registrara la cifra récord de 273.942 asilados, que representa un aumento de un 94% con respecto a 1991 y que supondría, de seguir el mismo ritmo, alcanzar el medio millón de refugiados a final de año. El Gobierno, y más concretamente la CDU, el partido del canciller. Helmut Kohl, insiste en la necesidad de limitar el generoso derecho de asilo que otorga la Constitución. La oposición socialdemócrata se niega, y en medio de esta batalla política el problema se extiende como un cáncer.

De las más de cuarenta mil personas que pidieron asilo político en agosto, un tercio eran rumanos, en su mayoría miembros de la minoría gitana, protagonistas de los acontecimientos de Rostock, en el punto de mira de los neonazis.

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