Fumar y no fumar
Con auténtica sorpresa hemos leído el artículo publicado en EL PAÍS del 14 de agosto, en el que un intelectual de reconocido prestigio como el profesor Gil Calvo adopta una postura en contra de la acción pública frente al hábito de fumar, en función de lo que él considera una intromisión inadmisible en la libertad individual.Seguro que estos inocentes pronunciamientos hacen felices a los ejecutivos de la industria tabaquera, principales beneficiarios de una perspectiva tan tradicional y conservadora. Evidentemente, tales planteamientos son, sin falsa modestia, fácilmente desmontables.
Baste para ello citar a uno de los grandes pensadores de la Salud Pública en este siglo, el profesor Thomas Mckeown, que en 1976 escribía lo siguiente: "Se dice que el individuo debe ser libre de elegir si desea fumar. Pero no es libre; frente a una droga de adicción, la opción es libre sólo al principio, de tal manera que la decisión crítica es tomada no por adultos que pueden consentir, sino por niños que están por debajo de la edad de consentimiento. El problema que enfrenta la sociedad no es, por lo tanto, si el fumar de los adictos debería prohibirse; radica en si es aceptable o no inducir a los niños a volverse adictos, a una edad en que ni conocen ni les preocupan mucho los riesgos asociados ( ... ) No es contradictorio a la libertad individual tratar de crear un medio ambiente que estimule a la gente a hacer lo que es bueno para ella y a evitar lo que le perjudica. Lo que parece reprobable es hacer justamente lo contrario, esto es, buscar caminos para inducir a los niños a destruir su salud con el tabaco sin otro propósito que el de mantener las ganancias".
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