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FERIA DE BILBAO

El toro, al fin

El toro salió por primera vez en la última corrida de feria. Un curioso contrasentido. Por primera vez en la última: se dice pronto. Pero mereció la pena esperar pues ese toro -hierro Victorino Martín-, lucía gran trapío y sacó casta.

Conspicuas gentes del mundillo taurino están haciendo re cuento de los fastos vividos du rante las famosas Cor ridas Generales del Aste Nagusia bilbaíno, y cuentan y no acaban. Nos marcharemos de Bilbao y aún seguirán contando (y no acabando) las memorables faenas de tres o cuatro flamantes figuras acaecidas durante la semana, y cuando les baje la fiebre, ya explicarán cuáles son pues faenas memorables, servidor de acá, no ha visto ni una en toda la feria. Ni siquiera una faena completa. Pases sí ha visto, y muchos; con el arte de parar-templar-mandar, apenas medi docena, y los ligados, se pueden contar con los dedos de una mano, que diría el poeta.

Martín / Mendes, Fundi, Martín

Toros de Victorino Martín, desiguales de presencia pero todos con irreprochable trapío, aunque algo pobres de cabeza; mansos en varas; con casta y también nobleza. Víctor Mendes: pinchazo y estocada caída (vuelta); estocada (oreja). Fundi: pinchazo, estocada corta trasera ladeada tirando la muleta y dos descabellos (ovación y salida al tercio); seis pinchazos, estocada corta ladeada -aviso- y dobla el toro (silencio). Pepe Luis Martín: pinchazo, otro hondo trasero ladeado y cuatro descabellos (silencio) media estocada muy tendida (silencio). Plaza de Vista Alegre, 23 de agosto. Novena y última corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

Sentados gratuitamente los precedentes de las faenas me morables, es muy fácil -y muy frívolo- denunciar que los toreros de ayer estuvieron por debajo de los victorinos. Es cierto que estuvieron por debajo, pero a uno le gustaría saber si las filguras de las faenas memorables habrían sido capaces (le estar por encima. Incluso uno se conforma con menos y le bastaría con ver que eran capaces de ponerse delante.

Los victorinos eran nobles ciertamente, más no fáciles y menos aún, tontos. Los victorinos pegaban unas arrancadas terribles que infundían espanto. Luego, quien no se espantó tuvo premio. Ese fue el caso de Víctor Mendes que -banderillas aparte; en eso cuplió- entendió el instinto básico de los victorinos (nada erótico, por otra parte; antes al contrario), consintió las primeras embestidas fe roces, obligó después, y como los toros tomaban los engaños humilladísimos, quedaban encelados en los vuelos de la pañosa.

Víctor Mendes consiguió sus mejores momentos en los comienzos de las faenas, que eran cruciales, y constituyeron verdáderas lecciones de tauromaquia. Después desarrolló los trasteos con, altibajos, y se remontó a, la hora de la verdad, hasta alcanzar la cumbre en el cuarto toro, al que abatió de una soberbia estocada, sin duda la mejor de la feria.

Por no aprender las lecciones que impartía el maestro Mendes, a Fundi -la mediocri dad de su banderilleo aparte- le desbordó la casta de los victori nos, con los que trapaceó real mente desastroso. Pepe Luis Martín anduvo igual de mal o acaso peor en su primero, pero al hacerse presente ante el sexto ya había aprendido la técnica, se echó la muleta a la izquierda y ensayó numerosas tandas de naturales que no podía redondear, pues ese victorino desarrollaba sentido y al tercer pase ya se revolvía buscando el bulto.

La primera-y-última corrida de feria, todo a la vez, mantuvo vivo el interés del público, dejó un estupendo regusto en los afícionados y redimió un poco la fiesta de sus muchos pecados. Victorino Martín, Pontifex maximum del orbe taurómaco ganadero, fue quien obró el prodigio. Consiguió sacar al público del aburrimiento generalizado en que le tenía sumida la fería y, a su vez, despertar nuevas esperanzas en la afición. ¡El toro de trapío y casta, existe!; ese es el mensaje que lanzó Victorino Papa, ayer, en Bilbao. Y si existe, tiene despejado su futuro la fiesta.

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