Un toro en la tronera
La corrida se transmitió por televisión y para poder situar una cámara lo más cerca posible del santo suelo, entallaron en la barrera una tronerita de tres o cuatro palmos cuadrados mal contados. Por allí asomaba el objetivo de la cámara y uno no puede informar acerca de la calidad de sus encuadres porque se encontraba en la plaza y no tenía televisor. Sí puede informar, en cambio, de que el pavonado objetivo, visto desde la grada, parecía el cañón de un bajel dispuesto para abrir fuego por la amura de estribor. Al toro le debió de parecer lo mismo y se acercó a ver qué pasaba. Era el segundo de la tarde, colorao y guapo, embestidor y curiosón. Los toros son como los hombres; es decir que, cuando ven un cañón apuntando desde la amura de estribor, desconfían.Según se acercaba a la barrera el toro se iba retirando prudentemente el operador de la cámara y la tronera quedó vacía. Sólo unos segundos, pues enseguida el toro se asomó por allí buscando al cañonero. Naturalmente no lo encontró, por mucho que desparramaba la vista a un lado y otro, ya que el cañonero se había disfrazado de bruma del Cantábrico.
Clairac / Domínguez, Sánchez, Caballero
Toros de Clairac, bien presentados y mansos en general flojos; primero y sexto, inválidos. Roberto Domínguez: pinchazo, estocada trasera atravesada y descabello (silencio); dos pinchazos, otro hondo y descabello (silencio). Sergio Sánchez: estocada corta trasera y tres descabellos (silencio); estocada trasera caída (vuelta). Manuel Caballero: estocada atravesada (ovación y salida al tercio); bajonazo descarado perdiendo la muleta y descabello (palmas). Plaza de Vista Alegre, 20 de agosto. Sexta corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Volvió el toro al cite que le hacía Sergio Sánchez, y se pudo constatar que le había cambiado el carácter. El toro estuvo embistiendo más o menos bien, y desde el incidente bélico se puso a embestir más o menos mal.
La ciencia ha estudiado a fondo el comportamiento de los toros en el ruedo cuando hay barreras, pero no existe casuística alguna acerca de sus reacciones cuando les amenaza con sus cañones un buque de guerra. De manera que Sergio Sánchez no sabía donde poner la muleta para que no le pegara una comada en la ingle. El mérito del valiente torero navarro fue que probó fortuna, y se la ponía -ora con la derecha, ora con la izquierda- al albur de la cogida, y cuando sobrevenía el derrote, lo libraba, y en paz.
En su otro toro volvió a estar voluntarioso y decidido, que son virtudes esenciales de la torería. Sergio Sánchez sólo tiene de malo que le da por poner banderillas y le sale la suerte al estilo sokatira. Por lo demás, posee cuantas virtudes requiere el ejercicio del toreo y únicamente le falta veteranía para fingir que le bullen las luminarias del arte.
Toreaba Sergio Sánchez a su segundo toro bastante desabrido y no menos destemplado, pero ponía corazón en la pelea, y eso se lo agradeció el público con susovaciones. Otros no ponían corazón alguno, sólo posturas. Roberto Domínguez es el maestro de la postura y en esta corrida bilbaina dio auténticas lecciones magistrales. -Citaba fuera de cacho -ya se sabe-, embarcaba despegadísimo con el pico de la muleta, en el remate ya estaba escapando a lejanas distancias recorría de tal guisa medio ruedo, y le bastaba la pinturería de sus ademanes para ocultar los trucos y las carencias de aquel toreo espurio.
Tampoco puso corazón Manuel Caballero, lo cual aún resulta más preocupante, ya que setrata de un torero nueyo, con aspiraciones a ocupar un puesto señero entre las figuras del escalafón. Se echó presto la muleta a la izquierda para torear al tercer toro, y esto es muy importante, pero entre probaturas y vacilaciones se le fue sin torear. El sexto estaba tan inválido que apenas pudo darle tres pases seguidos. Y luego lo mató de un bajonazo ignominioso, que pudo ver toda España -para verg?eriza de propios y ajenos-, pues lo perpetró a unos pasos de la tronera y estaba allí de nuevo el cámara con su cañon, bien atento y en posición de ¡apunten, fuego!
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