"Mi miedo es que reaparezca el profundo desencanto del español"
Ramón Echarren tiene una visión crítica sobre este país. Comparte el criterio general de que los Juegos Olímpicos, la Expo y hasta el AVE suman un éxito histórico "para España". Si bien confiesa su decepción por la insulsa capitalidad cultural de Madrid, acepta que el 92 representa "un gran triunfo deportivo, social y político", y subraya que, al cabo de la fiesta, las figuras de los Reyes brillan como el oro.Pero el obispo de Las Palmas no se contagia del triunfalismo del momento. "Migran duda es si ese prestigio de lo maravilloso se justifica en esta España que tenemos delante. Me pregunto si estamos en condiciones de afrontar el gran coste del 92, y si era prioritario, frente a la miseria de más de dos millones de parados y de casi nueve millones de pobres. ¿Es compatible ese gasto con el abandono social?". Después, mira a la calle por la ventana de su despacho de obispo, en la plaza de Santa Ana, y señala a esta ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, como "el ejemplo de una situación casi tercermundista".
Habla con la soltura de quien ha reflexionado largamente sobre los grandes problemas de su país. Y contesta sin pensárselo dos veces. Lo que le molesta es que desfiguren sus declaraciones, y por esa causa permanecía hasta ahora, desde hacía casi nueve meses, en huelga de silencio. En este reencuentro con la prensa no ha cambiado de estilo: sígue sin morderse la lengua, como siempre. "Una vez afirmé que el socialismo de Alfonso Guerra se acerca más al Evangelio que el de Carlos Solchaga en sus tesis socioeconómicas. Y lo mantengo. Supone una cercanía mayor a la opción preferencial por los pobres y marginados".
Su visión crítica de España no es una pose gratuita. Echarren, que es de la cuerda de Tarancón, para entendernos, era uno de los obispos marcados por la policía franquista. Su nombre circuló en los despachos del Vaticano gracias a las quejas de los ministros del régimen, que llegaban hasta el papa Pablo VI, sin que el Sumo Pontífice las hiciera caso. Era de los curas que dejaban celebrar asambleas obrera sen las iglesias y que cerraban el paso a la policía en los templos. Así, hasta esta democracia del 92, ha visto crecer a España. "¿Es ésta la España que yo esperaba? En algunos aspectos, sí: el reconocimiento de los derechos fundamentales y la libertad de expresión, por ejemplo. En otros, no. Jamás hubiera soñado que se llegaría a niveles tan bajos de ética social y a límites tan graves de insolidaridad".
América en el 92 y Europa en el 93. España, en medio. Los fuegos artificiales de la Barcelona olímpica enmudecen aún el revuelo que originó Maastriclit hace sólo unos meses. "Mi miedo es que después reaparezca la desilusión, el profundo desencanto. Con la Olimpiada y con la Expo un sentimiento de alegría ha recorrido España. No estábamos acostumbrados a éxitos colectivos, y los españoles han comprendido que se pueden hacer grandes cosas y bien. Pero la situación económica le devolverá a la realidad, y temo al desaliento". El "profundo desencanto" del que habla Echarren, secuela de un pesimismo atávico, noventaiochista, del español medio, conduce, en su opinión, a la abstención en las elecciones. "Me preocupa que la gente se desinterese, porque soy un convencido de la democracia. Pero los españoles estamos empeñados en construir una democracia demasiado formal, que no es real. ¿De qué sirve que podamos movernos libremente por España y por Europa si hay unos ciudadanos, como los canarios, que tienen que pagar 34.000 pesetas paracolocarse en la Península?". Ese sentimiento del fracaso podría suceder mafiana mismo a la euforia presente, anuncia el obispo canario. "Lo digo con pena", apunta. Si la democracia ha derivado en este país en un sistema individualista, no participativo, ha sido por culpa de una clase política "poco madura (salvo excepciones), frívola y confusa en su sentido de la honestidad", según la reflexión que hace este hombre de Iglesia, que se identifica con los sindicatos y los sectores críticos del socialismo. "Hay políticos que son de lo más noble desde una perspectiva cristiana. Pero la imagen que tiene la gente es que la política está manchada por la corrupción y que entrar en ella es mancharse las manos. Yo digo a las gentes que, aunque se manchen, hay que meterse en política, por solidaridad, por amor a los más pobres, por el Evangelio bien entendido".
"Los políticos en España hablan poco con la gente", señala Echarren. Como no dialogan con los pobres, desconocen su miseria, y el discurso que emplean es "rnacroeconómico, macropolítico", dice. "Es lo mismo que no hablar de nada. Se dirigen a los que están en el poder financiero, económico... No es el discurso que quiere oír la gente concreta".
El nuevo fenómeno social en la España de fin de siglo es el retorno de los fieles. La Iglesia, otra vez, crece. "La gente vuelve a la Iglesia porque le ofrece unos ideales que la sociedad le niega y por los que merece la pena dar la vida. La Iglesia se ha vuelto muy atractiva para los jóvenes, y yo he dicho en la Conferencia Episcopal que tenemos que evitar caer en la tentación de hacer proselitismo. Que los jóvenes vengan por su cuenta, librernente". En su diócesis, más de 12.000 personas han participado en un sínodo que está a punto de concluir y que es el décimo que se celebra en Canarias desde el siglo XV. El nuevo auge laico y vocacional le permite este comentario: "En Canarias podemos llenar un estadio para una convocatoria de la Iglesia". El perfil del nuevo joven cristiano no responde al cliché conservador de otros tiempos: "Son progresistas, avanzados. Forman la base de una nueva conciencia política. La Iglesia conecta con ellos, porque les habla de paz, amor, verdad, justicia y libertad, valores de los que también hace publicidad la política, pero con significado diferente". La Iglesia y el Estado no están divorciados, aunque lo parezca. "Han mejorado las relaciones, y con menos prejuicios se resolverían los tres asuntos pendientes: el escolar, el aborto y el económico".
Europa es el escenario del 93. Un plató destartalado por la refriega de la antigua Yugoslavia. "A estas alturas del siglo, la ONU tiene que inventar medios que eviten el derramamiento de sangre, sin que la intervención genere más violencia". España juega a Maastricht con la casa autonómica a medio hacer. "Veo a Maastricht como un gran objetivo social, pero la realidad nos muestra la inmensa distancia entre unas autonomías del bienestar, como Madrid y Catalufia, y otras tercermundistas. Al final, la aplicación de los acuerdos va a beneficiar a los ricos y va a hacer daño a los pobres, a los parados, a los jubilados".
Ramón Echarren fue el primer obispo nombrado por Juan Pablo II, que lo destinó a Canarias en 1979. Desde las islas su voz se alza cada dos por tres para advertir al Gobierno sobre "los gravísimos problemas sociales de este archipiélago, sobre todo, de la isla de Gran Canaría". Admite con disgusto que del Papa hay una imagen deformada, en Espafía, mientras en el resto del mundo se le admira. "Desde el punto de vista de la moral social y económica es el más progresista desde León XIII", afirma.
El obispo de Las Palmas previene contra la sacralización del liberalismo puro. Repite que Solchaga "castiga a los pobres con su política monetarista, de escasa sensibilidad social". En su opinión, el último ajuste es un reflejo de la "poca creatividad" del Gobierno para ofrecer alternativas económicas. "El déficit público", señala, "es uno de los mayores pecados que puede cometer un Gobierno, porque entrafia despilfarro yse hace a conciencia".
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