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Crítica:TEATRO / 'SWEET TEMPTATIONS'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El secreto del búho

Posmodernidad, minimalismo, teatro ready made... Jan Fabre, flamenco de 34 años, consagrado en la Bienal veneciana de 1984 con su espectáculo El poder de la locura teatral, es un artista que no podía faltar en la ambiciosa programación que Manolo Llanes ha preparado para el teatro Central Hispano.Fabre es un artista de formación plástica, que poco a poco se ha introducido con fuerza en los campos del ballet, el teatro y la ópera. En sus comienzos, a finales de los años setenta, se dio a conocer como el Ilad [Dalí al revés] del arte Bic debido a su afición de colorear todo tipo de objetos -incluidos los edificios- con el azul de la célebre punta Bic. Otra de sus obsesiones son los gemelos univitelinos, consecuencia, al parecer, de su identificación con un hermano muerto antes que él naciera. Por último hay que mencionar su afición por los búhos: en su estudio de Amberes tiene dos de ellos, sus mascotas, probablemente gemelos y que atienden por Rad y Dalí, respectivamente.

Sweet temptations

Jan Fabre. Intérpretes: Els Deceukelier, Renée Copraij, Tamara Meudeker, Marina Kaptijn, Kim Adamski, Jacques de Groot, Albert de Groot, Sophia Ryssèl. Música: Iggy Pop. Vestuario: Pol Engels-Jan Fabre. Iluminación: Jan Dekeyser-Jan Fabre. Decorados, coreografía y dirección: Jan Fabre. Producción: Theater Am Turm (Francfort) y Wiener Festwochen (Viena). Teatro Central (Expo 92), Sevilla, 8 de agosto.

El espectáculo de Fabre que se representa en el Central (última función hoy) tiene una duración que excede las tres horas, sin interrupción; espectáculo en inglés, con parrafadas en alemán, alguna frase en francés y tal vez algo de flamenco. Sin traducción simultánea. El acomodador nos advierte de la duración del espectáculo, de la carencia de intermedio, al tiempo que nos sugiere que, en caso de abandonar la representación lo hagamos por una determinada salida, lo que resulta más cómodo para nosotros y para los intérpretes.

El público se comportó correctísimamente: a las dos horas y ocho minutos de espectáculo, que es cuando abandoné el teatro, habían desfilado ya por la salida indicada 72 espectadores, sin contar los que lo hicieron por otra idéntica, a la izquierda del escenario. Fabre admite que su teatro no puede "ofrecerse en condiciones ortodoxas, sino en el sentido de un concierto pop, en el que el espectador puede entrar y salir cuando le apetece. Lo que ocurrió es que el 99% de los espectadores que entraron salieron, pero no volvieron a entrar, que es precisamente lo que yo hice.

Allí dejé, en sus respectivas sillas de ruedas, a dos hermanos gemelos univitelinos (los cómicos flamencos Jacques y Albert de Groot); al parecer -hablan de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica-, dos viejos físicos (¿Stephen Hawking dialogando consigo mismo?), preocupados en descubrir el secreto del búho, al que ambos contemplan tieso sobre una rama, al acecho de un inocente roedor. "Ser búho no es fácil. Siempre sabio. Eso es condenadamente dificil, dice uno de los dos gemelos.

Interminable susurro

La interesante conversación de los gemelos -un interminable susurro en lengua inglesa que adormece al respetable- es periódicamente interrumpida por la aparición de una divertida comparsa -Fausto, Ricardo III, Mickey Mouse, Van Gogh, Marilyn.- que grita, cuando no aúlla, briznas de frases, de sublimes tonterías, y eso cuando no se muestra como una jauría de perros excéntricos, para luego apoderarse de los dos fisicos y, tras una orgía de una ortodoxia que da grima, organizar con los dos paralíticos una conga, una carrera o un concurso de autos de choque que a buen seguro ganaría una medalla en los próximos Juegos Paralímpicos de Barcelona.

Ahí me quedé; ahí me fui. Mi aplauso para todos los intérpretes, que sudaron de lo lindo. Confieso que ese teatro no me gusta. Y no me gusta porque, al margen del hallazgo de los dos físicos gemelos univitelinos, de la alusión a Hawking, digna de Wilson, todo el resto me parece facilón, pobre, sin pizca de emoción -sin emoción no hay teatro y, lo que es peor, con una desagradable sensación de dejá vu. El búho, la orgía, los gemelos, las máquinas tragaperras... Puede que Távora no sea posmoderno (¡por suerte!) pero ha sacado perros, palomas y dentro de poco nos amenaza con un buey y una mula; y a finales de los sesenta, en Barcelona, en el Born, vi un Tenorio con cinco Don Juanes -¿o eran seis?- y otras tantas Doñas Ineses. No eran univitelinos, pero sí mucho más cachondos. El espectáculo doblaba en duración al de Fabre, y nadie se salió.

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