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Familiares, Gobierno y oposición despidieron a ese "hombre justo" que fue Fernandez Ordóñez

Familiares, Gobierno, oposición y numerosos ciudadanos despidieron ayer a ese "hombre justo y patriota", como describió a Francisco Fernández Ordóñez, su hermano, el sacerdote Carlos encargado de oficiar la misa corpore in sepulto en el patio de Colón del Ministerio de Asuntos Exteriores. La misa precedió al entierro en el cementerio municipal de El Pardo, en las afueras de Madrid, que no tuvo el carácter íntimo deseado por la familia y adquirió tintes casi multitudinarios.

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Sepultado bajo dos metros de flores

El pasado 9 de mayo en el pabellón de España de la Expo Fernández Ordóñez se quejaba de antemano de tener que regresar a la isla de La Cartuja para acompañar el 8 de agosto, bajo un sol de justicia, a Boris Yeltsin, presidente de Rusia. Yeltsin canceló su visita a España y ese mismo día cientos de personas acompafiaron, en cambio, a Fernández Ordóñez hasta el cementerio de Mingorrubio en las afueras de Madrid.El patio de Colón había sido dividido en dos. A la izquierda del féretro, envuelto con la bandera española, la familia, encabezada por la viuda, María Paz García-Mayo, y por la madre octogenaria del difunto; a la derecha, las autoridades, empezando por el presidente del Gobierno, Felipe González, su esposa, Carmen Romero, y el Ejecutivo en pleno con la única excepción del titular de Agricultura, Pedro Solbes, de viaje en Argentina.

Después se apiñaban los presidentes de cinco comunidades autónomas, Jordi Pujol entre ellos, ex ministros, dirigentes de la oposición como José María Aznar, y embajadores extranjeros, el director del Cesid, (servicio secreto militar), y, ya de pie, diplomáticos y periodistas que se agolpaban también en los balcones que dominan el patio cuyo techo de cristales creaba un cierto efecto de invernadero.

El francés Roland Dumas, el más apreciado por Fernández Ordófiez entre sus homólogos europeos, no figuraba entre los asistentes a la misa, a la que sí acudieron, en cambio, el alemán, Klaus Kinkel, el portugués, Joao de Deus Pinheiro, y el secretario de Estado británico, Tristan Garel-Jones. Los Reyes tampoco estuvieron, pero visitarán a la viuda en su domicilio.

Otras ausencias llamaron la atención. No acudieron al palacio de Santa Cruz el presidente de la Xunta gallega, Manuel Fraga, con el que tuvo una relación casi tan estrecha como con Jordi Pujol, el ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez -con quien Fernández Ordóñez fue dos veces ministro-, el comisario europeo Manuel Marín y el ex titular de Exteriores, José Pedro Pérez Llorca.

Solchaga, retrasado

Si no fuese porque el ministro de Economía, Carlos Solchaga, se retrasó y tardó un poco en encontrar su sitio creando cierto desconcierto entre sus colegas, la ceremonia hubiese salido a la perfección. El director de la Oficina de Información Diplomática, Juan Leña, se desvivió empeñado, según explicó, en que las facilidades que Fernández Ordóñez dio a la prensa cuando estaba vivo se prolongasen más allá de su muerte. "Aunque esto no es una boda los periodistas deben poder trabajar", repetía.

Su viuda se levantaba constantemente de la silla. Todos se le acercaban para reconfortarla y plantarla dos besos. González lo hizo visiblemente afectado pero en el que más dejó traslucir su emoción fue Pablo Ródenas, el inspector de policía que durante siete años siguió a Fernández Ordóñez como su sombra.

"No creo que sea el momento de hacer un panegírico de mi hermano Paco", afirmó el religioso Carlos al iniciar la breve homilia, y se limitó a destacar "su profundo amor a España; su entrega al servicio de España hasta el final". A continuación leyó unos versos del poeta preferido del difunto, el chileno Pablo Neruda, que describen los sentimientos de Fernández Ordóñez: "Tengo un pacto de amor con la hermosura, / tengo un pacto de sangre con mi pueblo".

El gran, elogio del ex ministro lo hizo otro de sus hermanos, José Antonio, que redactó unas líneas que Carlos leyó desde el altar: "Paco, nuestro hermano mayor y nuestro mejor amigo". "Fue un español honesto, inteligente y sensible; un hombre justo y patriota".

"Acaso", comentó un antiguo colaborador del ex ministro, "le faltó decir "europeo" porque estaba convencido de que sólo a través de Europa, España podría superar algunos de sus problemas históricos, para convencer a algunas minorías de que merecía la pena seguir formando parte de España".

En menos de media hora todo estaba terminado. La familia salió primero del templo improvisado en el ministerio, seguida, minutos después, por el Gobierno. Al otro lado de la plaza de la Provincia, sede de Asuntos Exteriores, se concentraron 500 personas: curiosos y vecinos, pero también camareros y comerciantes del barrio que conocieron a Fernández Ordóñez cuando comía y paseaba por el distrito.

Hubo aplausos para la viuda, González y Alfonso Guerra e incluso algunos, menos intensos, para Jordi Pujol. El único que salió mal parado fue Solchaga que recibió algunos abucheos.

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