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La flaca memoria

España es un país de memoria flaca, y flaco es un adjetivo muy común en Argentina que también cuadra con Héctor Alterio. He oído quejar se infinidad de veces a los nacionales de estas tierras -sobre todo actores y actrices- de la invasión de cómicos porteños, a los que añadían buenos contingentes de psicólogos y dentistas. Siempre me pareció injusto. En primer lugar, los actores argentinos suelen ser extraordinarios; además, la competencia es buena -tanto en quites como en ferias sonadas-, y por último existe una deuda histórica que sería muy triste olvidar: Argentina no miró el carné de identidad de los miles de españoles que tuvieron que abandonar su patria al término de la guerra civil. Y no sólo fueron actores, que allá llegaron médicos, catedráticos, sastres, arquitectos, periodistas, obreros de la construcción, pastores y filósofos.Un terrible delito condenó a Alterio a muerte: el haber hecho de militar malo en La Patagonia rebelde. Yo le conocí en una cafetería de Madrid cuando evitaba con elegante desdén dramatizar su peligrosa situación. Ahora es un actor sólido y entrañable que reparte su corazón en dos orillas. Yo aprendí de Héctor lecciones de buena educación -materia importantísima-, de paciencia y de buen hacer, por supuesto. Le he visto confundir su alma con la del personaje hasta convertirse en ingenuo amante o en melómano gruñón.

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Jaime de Armiñán es director de cine.

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