Nos odian
Nuestros, gobernantes nos odian como si fuéramos los únicos culpables de todos sus errores. Los ministros ya no parecen administradores de la cosa pública, sino jefes de personal de un grupo de empresas en reconversión. Visten como jefes de personal, llevan maletines de jefes de personal, se mueven como jefes de personal, hablan como jefes de personal, entran en el Consejo de Ministros con la actitud de los jefes de personal y, cuando abandonan la reunión, nos miran a través de la tele con el desdén con el que un jefe de personal observa una plantilla antes de proceder a regularla. Qué perversión tan rara.Los jefes de personal del Consejo de Ministros nos odian, primero porque les sobramos la mitad, y, segundo, porque somos menos inteligentes que ellos, de ahí que no entendamos que se pretenda desregular desde el tráfico de cadáveres hasta el de influencias, mientras que por otro lado se gobierne el país con la lógica de una regulación de empleo. Pero lo malo de este socialismo, o lo que sea, no es ya que odien a sus votantes, a sus administrados y hasta a sus propios compañeros de partido: lo malo es ese afecto desordenado que sienten por sí mismos y por sus realizaciones, porque en ésa fiebre reside la mediocridad de la que están poseídos y cuya máxima expresión es ese talante de jefes de personal con el que nos gobiernan.
A algunos, hasta ahora, nos gustaba creer que el tartamudeo moral de Rosa Conde, cuando nos explicaba los viernes lo que es impensable pensar, era una forma de duda y, por tanto, una manera de acercarse a quienes percibimos como inquietante la actual crisis político-económica, pero después de la última intervención de Solchaga en el Parlamento ya sabemos que no es más que otra manera de desprecio.
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