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El bailarín impasible

"Al mal bailarín, siempre cojones molestan". Es el refrán. ruso preferido por Chechu Biriukov, y representa una filosofía de vida por encima de vacas gordas o flacas. Y a fe cierta que en su carrera deportiva ha habido bastante de todo. En casi una década ha conocido la soledad del emigrante, el éxito, el fracaso, los golpecitos en la espalda, las puñaladas, una lesión grave, la popularidad y la caída. No se queja de su suerte, sea buena o mala. Llegó al Madrid para revolucionar un puesto crucial -el de base- en un equipo de baloncesto. Después de un año de mirón arrasó en la Liga española, ganó dos campeonatos consecutivos y fue para sus adversarios un terminator en estado semisalvaje.

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La potranca, apodo que se ganó con justicia, era frío, no hacía ruido, pero sí mucho daño. Después llegaron épocas peores y volvió a ser alero. Un entrenador estadounidense le señaló como su hombre clave, y supo tirar del carro cuando Fernando Martín falleció.

Pero la mala suerte se le cruzó en Valladolid, donde se lesionó gravemente en febrero de 1990. Siete meses de difícil recuperación dieron paso a un periodo de reintegración a un Real Madrid convulso. Para que no faltase de nada, un infundado rumor mancilló su reputación. Chechu había perdido el ángel y su natural sosiego. Pese a las muchas horas de trabajo que mejoraron su condición física, pasó a ser un currante. , -

Todo esto tiene que ser un espejismo. Chechu volverá a ser un terminator. Entonces hablará de su pasado y lo hará a su manera, sin ningún pero. Nunca dirá qué le molestaron sus partes nobles. Como los buenos bailarines.

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