"Sólo a un concejal del PP se le ocurre cerrar bares"
Bajó del avión procedente de Moscú un anochecer de octubre de 1983 Con 20 años y el tiempo justo para no irse a la cama sin cenar, pensabá inquieto en su futuro. Entre las dudas profesionales, la nostalgia de 20 años en su país, la imagen de su novia, sus amigos del TSK de Moscú... A José -enseguida Chechu- Biriukov Madrid le deslumbró en el sentido literal de la palabra. "Me di cuenta que -en Moscú no había luces. Fue una gran sorpresa".
Entonces, ¿no querías venir? "No"es eso", contesta Biriukov. "Fue un acierto, pero a los 20 años no tienes mucho cerebro para decidir. En Moscú tenía la vida más o menos arreglada. Sentí un poco de miedo. Dos viajes a España y siempre de Vacaciones. Ni siquiera mi madre, española, conocía Madrid". Se refiere a Clara, la mujer que planeó el traslado familiar cuando supo que a su hijo pequeño, oriundo, le miraban con muy buenos ojos en el equipo de baloncesto del Real Madrid.Clara Agujirregaviria había dejado su casa de Ortuella (Vizcaya) en 1937, como tantos otros niños de la guerra, y acabó casada con un atractivo taxista moscovita, recientemente fallecido. "El primer año lo pasé mal" evoca Chechu, "pero la nostalgia se fue en cuanto aprendí el castellano. En dos meses lo entendía, en un. año lo hablaba como Tarzán, y en cuanto lo dominé ríe con un gesto como de se alza el telón, "entré en la noche madrileña. Sé que tengo fama de juerguista, pero sólo es eso... fama. Los deportistas no somos perfectos y lo prohibido siempre es lo más dulceReconoce Chechu Biriukov que al llegar a Madrid se comportó como un comprador compulsivo de ropa. Y bromea, aderezando los giros más castizos con ese rudo acento que conserva después de nueve años: "Era muy hortera. ¡Ah, el capitalismo! Los rusos son por norma bastante consumistas. Cuando viajábamos a España a jugar llenábamos las maletas de ropa para vender en Moscú y sacar pasta. Ahora, mira", y estira el elástico de sus calcetines deportivos: "Esto vale 2.000 pelas; estas zapatillas, más de 20.000. ¿Qué haces en Madrid un día cualquiera con mil duros? Nada. Es alucinante". Dejó Moscú. ganando 120 rublos, unas 12.000 pesetas, y hoy no volvería por nada. "He tenido ofertas muy golosas de otros equipos españoles, pero no me iré. No son los mejores tiempos para el Madrid, pero sin ser un fanático, porque no me gustan los forofos, me tiran los colores. Madrid no es una ciudad perfecta, pero es la más divertida. Hace sol y la gente siempre está en la calle" No se explica el triunfador de 29 años por qué una Barcelona olímpica no se vuelve del revés un verano como éste. "No quiero ser europeo. Es muy aburrido".Se siente español y lo dicen sus papeles. Es, además, analista, crítico y consciente de lo que nos espera. Crisis económica, recesión y fin de fichajes millonarios en el deporte. "No voto porque no me interesan los políticos. Defienden sus intereses. Mira el alcalde. de Madrid. No, no. es el alcalde, sino ese concejal que va por ahí cerrando bares' con la política" Resoplando, sentencia: "Eso es puro populismo. Sólo alguien del Partido Popular puede comportarse así. Vivo cerca de la carretera de Barcelona porque no me gusta el centro. Está demasiado sucio y yo debo ser un poco pijo " Sin embargo, valora el encanto de ese distrito un poco lazareto, las calles adyacentes al bar El Sol, en la calle de los Jardines, o el teatro Alfil, en plena calle del Pez. "Mi favorito cuando funcionaba como un bar. Podías sentarte a charlar y la música no estaba alta. Me gustan grupos. como Nacha Pop y Los Elegantes. Yo no sabía nada de música, todo lo aprendí en Madrid gracias al periodista Santiago Alcanda, amigo y maestro".
Para comer marisco, "el primer sitio que conocí, El Cantábrico, en la calle de Padilla. Madrileño auténtico", certifica."Me encanta el restaurante japonés de la calle de Echegaray, el Asador Donostiarra...". Y sólo bebe cerveza cuando hay Mahou. Pero ¿y las juergas salseras en la discoteca Macumba hasta el amanecer? "Fui dos veces con la selección rusa y me pudo su marcha. Si me recluyera en un convento, buscarían un túnel en mi celda para decir: "Por ahí se escapa cada noche".
Hoy está casado con una madrileña. "Hace nueve años, a las chicas les pesaba esa educación católica, apostólica y romana. Las cosas han cambiado, pero no soy tan ligón, en serio. Me veo hasta tímido, preguntadle a mi mujer. Aquí vale la pena enamorarse".
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