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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Calderón, bajo las bombas

El teatro Lope de Vega viene ofreciendo, desde la inauguración de la Expo, una muestra de teatro clásico, preferentemente de autores españoles o de textos con una clara referencia española, interpretado por las mejores compañías de repertorio que existen en Europa. Hemos visto a la Royal Shakespeare en Fuenteovejuna, veremos en septiembre a la Comédie Française con El barbero de Sevilla, y anteayer tuvimos la oportunidad de ver al Teatro Rustaveli interpretando La vida es sueño, en un montaje de Robert Sturua.El Teatro Rustaveli, centenaria institución georgiana, es un excelente teatro de repertorio a la vez que una no menos excelente escuela para la formación de actores y directores. Robert Sturua, hijo de Tbilisi, georgiano, nacido en 1938, se formó en dicho teatro, en el instituto teatral anexo al mismo, para ser más precisos. Desde 1978, Sturua se halla al frente de ambas instituciones: del teatro y del instituto.

La vida es sueño

de Calderón de la Barca. Traducción al georgiano de Natela Sturua. Interpretada por la Compañía del Teatro Rustaveli de Tbilisi , Georgia. Dirección de Robert Sturua. Teatro Lope de Vega. Sevilla, 22 de julio.

La vida es sueño que se ha estrenado en Sevilla es una coproducción del Rustaveli con la Expo. Estreno, pues, mundial que, por desgracia, no despertó la expectación causada por las anteriores visitas de la Royal Shakespeare o del Dramaten, con montaje de Bergman. "Claderón, en georgiano, menuda paliza", debieron pensar algunos; "Calderón y en georgiano, menuda paliza", pensaron los más. Total, que la platea acabó llenándose, con invitaciones, pero no el teatro. Lástima, porque fue una soberbia interpretación.

En mi opinión, el montaje es un montaje de artista, sin grandes aspavientos, sin grandes innovaciones. Los georgianos interpretan a Calderón como podrían interpretar, digamos, a Puchkin. Lo importante son los actores, y en especial cuatro de ellos: los intérpretes de los personajes de Basilio, Segismundo, Astolfo y Clotaldo. Las voces de esos actores son impresionantes: se puede no entender el georgiano, pero se puede escuchar y entender a Calderón a traves de esas voces. Un Calderón una pizca romántico -Puchkin-, pero Calderón al fin y al cabo. Las imágenes, no todas, tienen fuerza -la compañía se mueve por el escenario del Lope de Vega con cierta inseguridad: faltan ensayos-pero las voces, la música, se imponen. En cierto modo, cabría hablar de un Calderón musical.

La traducción de Natela Sturua, la hermana del director, es en prosa y, para el espectador, una incógnita: lo que escucha a través del auricular es el texto en verso de Calderón, en castellano; un texto leído monótonamente por la señora Sturua, como si de una guía telefónica se tratase. Un desastre. Lo aconsejable es prescindir del auricular y deleitarse con las voces de los georgianos. Para terminar: la producción le cuesta a la Expo 18 millones de pesetas, que es lo que un centro dramático español se gasta en publicidad para un montaje. Y el espectáculo se ha cocinado bajo las bombas, en una Georgia en guerra. Memorable.

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