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"Los actores son poetas que escriben en la arena"

Y eso Crombecque lo cuenta mientras una secretaria le trae una pastilla acompañada de un gran vaso de agua, mientras él mira el reloj y pide que la entrevista no sea demasiado larga, porque las noches de inauguración festivalera dejan rastro, sobre todo cuando ha habido que batallar hasta el último minuto para que los llamados "eventuales del espectáculo" no boicoteen el desarrollo de Aviñón 92."El Festival de Otoño de París responde a otros criterios. Es un certamen internacional, mientras que en Aviñón es muy importante que puedan encontrarse todos los grupos franceses. Por ejemplo, en París, Le chevalier d'Olmedo se hubiera representado en español, mientras que aquí corresponde hacerlo en francés. En París hay que intentar presentar el último montaje de Peter Zadek, encargar un espectáculo a Bob, Wilson, interesarse por la vanguardia americana o invitar al compositor portugués Nunes", dice Crombecque. "Hay también que ponerse de acuerdo con Barcelona y con el Odeón para pensar un gran montaje lírico. Este año, una buena parte del festival se consagrará a Lituania, al trabajo desarrollado por el Teatro Nacional de Vilnius. París y Aviñón son festivales muy distintos. Ahora estamos en Aviñón y no quiero hablar de París", añade.

Si la selección oficial ya comporta un número más que considerable de montajes teatrales, conciertos, espectáculos de danza, lecturas o exposiciones, el off-Aviñón aglutina alrededor de 400 propuestas que se anuncian en la calle. Durante tres semanas todos compiten por ganarse un público, por merecer la atención de críticos, programadores, compañeros o la de los simples espectadores. "No hay duda de que la multiplicidad de espectáculos contribuye a crear confusión, pero también es un testimonio de vitalidad", admite Crombecque desde su trayectoria de director que ha intentado frenar, sin éxito, una oferta que puede parecer excesiva. "Aviñón ha perdido su dimensión sagrada. Hay quienes defiende el silencio y la serenidad, pero tampoco faltan los que prefieren esta especie de marmita hirviendo a toda presión, ese laberinto teatral en el que es perfectamente posible perderse. En cualquier caso, en Edimburgo, la oferta, cuantitativamente hablando, aún es superior".

Galones

Entre los galones ganados por Crombecque a lo largo de ocho años relucen especialmente los concedidos por su habilidad política para obviar la política. Director con la derecha en el Ayuntamiento de Aviñón, ha seguido siéndolo cuando la alcaldía ha retornado a manos de los socialistas. Sus mejores recuerdos son para los creadores y los poetas; de lo que se enorgullece es de que "Aviñón acogiese en 1985 el Mahabharata de Peter Brook, que es el espectáculo que ha marcado el teatro francés y europeo durante 10 años, una referencia inevitable; de haber abierto la Cour d'Honneur a los textos dramáticos españoles, de La Celestina a El caballero de Olmedo; de que la Cour no fuese un espacio reservado a Shakespeare; de haber convencido a Chereau; de haber contado con montajes de Tadeusz Kantor, de Lavaudant; de saber que Langhoff, Svoboda, Stein o el propio Lavaudant hayan aceptado venir a dar clases a Aviñón y garanticen el prestigio y la calidad del futuro Centre National du Théâtre". Pero el gran tema de los años Crombecque es el teatro mismo, la reflexión sobre su magia, lo que él intenta resumir hablando de "exigencia artística y dimensión poética", y se acuerda de nuevo de Vitez para decir que "Ios actores son poetas que escriben en la arena".

El Festival de Aviñón nació en 1947, de la mano de Jean Vilar: "Se salía de la guerra, era como retomar el contacto con el aire puro. Entonces el festival sólo era un director y un grupo. Y la ciudad, claro". Aunque Crombecque no quiera hablar de ello, la ciudad parece ser una de las razones por las que ahora marcha hacia París. En 1988 ya vivió una primera crisis debido a un intento, por parte del recién elegido Ayuntamiento socialista, de controlar la dirección del festival.

Entonces se habló de "municipalización" y se criticó el excesivo "parisianismo" de la gestión. Se reclamó que el festival se abriese a la banlieu. La respuesta de Crombecque "fue producir espectáculos de Armand Gatti", es decir, espectáculos con temas surgidos de ella e interpretados por muchachos que viven en ella. En definitiva, Crombecque, una vez más, supo dar una respuesta artística a una cuestión política.

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