Va por Cuba
En estos días, Fidel Castro visitará España. Es muy probable que cuando este artículo aparezca ya haya habido otros, a favor o en contra.¿De qué lado está usted? Nos encontramos a veces ante situaciones en las que es preciso optar: por el más grande o el más pequeño; el que parece más justo, o mejor intencionado; el de mejores antecedentes. En las guerras, cuando no una trinchera, siempre hay que elegir entre el agredido y el agresor, o por la paz, que es también una pelea. Ése es, desde hace 30 años, el caso de Cuba: hay que elegir, por más reservas que uno tenga.Para argumentar en favor de la revolución cubana es difícil agregar algo a las razones de Eduardo Galeano, esgrimidas en su artículo A pesar de los pesares (EL PAÍS, 31 de marzo de 1992). Cualquier persona medianamente informada sobre los pilares jurídicos en los que se asienta este mundo, adscrita a los valores éticos y morales generalmente aceptados y políticamente honesta, no podría menos que estar de acuerdo. Pero sería bueno saber cuál es el nivel de información de la mayoría y cuántas personas políticamente honestas quedan. El pensamiento débil en boga ha disminuido el peso de lo ético y de lo moral. La realidad permanece oculta por el chisporroteo de tanta información dispersa, circunstancial e intencionada (no sólo respecto a Cuba, por supuesto); el machaque es tan sistemático que uno comprende la confusión general y hasta que muchas buenas y honestas personas de la calle acaben por sentir repugnancia hacia el gulag tropical.
Pero como en la guerra del Golfo, que empezó con el redoble de la marcha por la libertad y terminó en un vergonzante silencio, a los cruzados de la reconquista de La Habana les puede salir el tiro por la culata.Para empezar, Cuba no perecerá por inanición: el enorme esfuerzo volcado en el autoabastecimiento alimentario parece estar dando resultados, con lo que podría aventarse la tantas veces anunciada explosión social. Y no sólo eso. A trancas y barrancas, con demoras pero sin pausas en medio de una crisis gravísima, la revolución está rearticulando todo su sistema de producción, innovando respecto al fracasado modelo soviético e incluso realizando reformas políticas importantes.Si la información sobre Cuba fuera más precisa y contextual, no habría de qué asombrarse, porque la revolución ya resolvió una crisis por lo menos tan grave siendo mucho más débil e inexperta. Cuando John Kennedy firmó el Decreto 3447 (el 3 de febrero de 1962), Cuba se encontró de la noche a la mañana sin ningún lazo económico, financiero o comercial con la potencia que absorbía el 71 % de sus exportaciones, y proveía el 64% de sus importaciones, a lo que, hay que agregar la dependencia financiera y tecnológica, el impresionante éxodo de técnicos y científicos que la había dejado convertida en un páramo premoderno y la agresión militar. Ahora, el derrumbe de la URSS y los países de su órbita ha producido un colapso semejante: el 83% del comercio cubano se realizaba con esos países en condiciones de equidad (la propaganda las llama condiciones de favor, porque así enmascara la inequidad capitalista entre países ricos y pobres, grandes y chicos). Por poner un ejemplo, Cuba recibía de la ex República Democrática Alemana 22.000 toneladas anuales de leche en polvo a cambio de una cantidad equivalente de levadura torula, producida a partir de la melaza de azúcar, para la alimentación animal. Convertida en leche fluida, esa importación cubana representaba casi la mitad del consumo nacional.La necesidad de aferrarse a la URSS no sólo significó dependencia económica y tecnológica, sino también calcar lo esencial del inviable, modelo económico soviético. Pero los cubanos lo advirtieron antes de la catástrofe. El proceso de rectificación, el reflotamiento de las ideas económicas de Che Guevara y otras desde principios de los ochenta representan el intento de salir de esa vía, acelerado y profundizado ahora en circunstancias excepcionales.Pero la revolución es hoy mucho más fuerte y experimentada que en 1962. Cuba no sólo es, como dice Galeano, "el palo más igualitario y solidario del mundo": rebosa de técnicos, científicos y profesionales, la sociedad es culta e informada (a pesar de su horrorosa prensa). Ha desarrollado tecnologías de punta, particularmente en medicina, industria farmacéutica y biogenética. Si es verdad que hace 30 años los cubanos pudieron acudir a la URSS, el hecho de que hoy esa posibilidad no exista les sirve para hacer de la necesidad virtud. A su manera, Cuba está liberalizando su economía. Por eso, a pesar del bloqueo y de las escandalosas presiones norteamericanas sobre otros países para completarlo, la inversión extranjera aumenta: francesa en prospección petrolera; canadiense en extracción de níquel; chilena en el sector cítricos; española, brasileña, sueca y japonesa en la industria hotelera. México y Venezuela contribuyen a paliar el déficit petrolero; Brasil comprá vacunas... Actualmente, Cuba negocia más de 200 proyectos distintos de empresas mixtas con capital extranjero.Los cubanos dicen que ahora sí van a acabar encontrando su propia vía al socialismo y que en 1991 han pasado lo peor. Se puede pensar que eso es propaganda del régimen, pero hay buenas razones para creerles. En cualquier caso, se dan tiempo para considerar reformas políticas que, cuando no, la prensa internacional escamotea o minimiza. En este mes de julio debía reunirse la Asamblea Nacional para estudiar la reforma de nada menos que el 44% del articulado de la Constitución. A modificar: el régimen de propiedad, que en sus cinco formas actuales no contempla la propiedad total o parcial de empresas por particulares y dificulta las inversiones extranjeras. En realidad, la Ley 50, promulgada en 1982 para facilitarlas, viola el espíritu de la Constitución de 1976. En materia económica se quiere hacer más flexible, menos reglamentaria y taxativa la ley fundamental, para adecuarla al dinamismo que se trata de imprimir a la economía.En lo político, debían modificarse las disposiciones sobre educación, sobre todo en cuanto al ateísmo oficial, que será cambiado por la noción de laicismo, más tolerante, democrática y acorde con la decisión de admitir creyentes en el partido comunista, tomada en el IV Congreso. Pero lo más importante es la prevista reforma del sistema electoral y todo lo relacionado con el llamado sistema de poder popular. La falta de peso de la Asamblea Nacional (o dicho de otro modo, el exceso de poder de Fidel Castro y el Consejo de Ministros) es muy criticada por la sociedad y sectores del propio Partido Comunista de Cuba. El objetivo es que la Asamblea adquiera capacidad real de fiscalización y control, mediante la elección directa -a través del sufragio secreto- de sus más altos representantes, con independencia de sus ideas políticas o religiosas. La revolución cubana busca -o al menos lo hacen sus dirigentes más esclarecidos- pluralismo y democracia sin pluripartidismo, una idea que genera desconfianza en Europa, pero que los cubanos tienen perfecto derecho a experimentar.En estos días, Fidel Castro volverá a reunirse con sus pares de América Latina, Portugal y España. Les mirará a los ojos y volverá a decirles lo mismo: represento en esta reunión a uno de los países más pobres, pero nuestra sociedad es la más igualitaria y nuestra nación la más independiente; tenemos ideas distintas sobre democracia, pero de eso podemos hablar si nos ayudan a terminar con el bloqueo y la agresión.¿De qué lado está usted? Si lo ayuda a resolver un dilema, piense en esto: qué pasaría con el precio de la leche en cualquier país capitalista si la oferta se redujera a la mitad de la noche a la mañana, en un contexto de escasez grave; quiénes seguirían consumiendo y quiénes no. En Cuba fue simple: todos se quedaron sin leche, menos los niños, los ancianos y los enfermos. O imagine esta posibilidad: que Cuba se zafe de la cuerda que Estados Unidos intenta ponerle al cuello, el régimen se estabilice y progrese, y los norteamericanos, como es su costumbre, acudan a la solución militar. O esta otra, también posible: que el cerco progrese, anule toda posibilidad para la revolución y los cubanos regresen a cuando eran como nosotros, que por un litro de leche podríamos llegar a delatar y hasta a matar al vecino.es periodista y escritor argentino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.