Joyas sin ambiciones
"Tropismos es un conjunto de obras elegidas y articuladas para crear diálogos y favorecer vínculos de energía, parangonando la tendencia innata de los organismos a reaccionar de una determinada manera ante los estímulos externosCon estas palabras, hábilmente escogidas, al tiempo que certeras como definitorias de esa mutación que toda obra aislada sufre en el momento que es agrupada y exhibida junto a otras en el tiempo y lugar variables, se encarga Rosa Queralt de presentarnos la que es una continuación más, una auténtica revelación más, desde que en 1987 -con aquella Inicios de una colección- la Fundación La Caixa diera a conocer al público lo que entonces era parte de sus magníficos fondos, su soberbia colección de arte contemporáneo.
Tropismes
Colección de Arte Contemporáneo de la Fundación La Caixa Centro Cultural Tecla Sala. Avenida de Josep Tarradellas, 44. L'Hospitalet de Llobregat. Hasta el 15 de agosto.
Una colección que, afortunadamente, sigue creciendo día a día y que, gracias a muestras como ésta, nos da pie para afirmar que, como señala su conservadora, Nimfa Bisbe, de ninguna de las obras que la integran pueda decirse que no tenga, de permanecer siempre almacenada, "otro valor que el de sus componentes materiales".
Integrada por trabajos de casi una cincuentena de artistas -digo "casi", ya que los trabajos de Baldeón y Spaletti, citados en el catálogo y en el informe de prensa, no he sabido encontrarlos-, Queralt los distribuye en ocho espacios, para los cuales establece siete pautas definitorias que no aspiran a ser acotaciones definitivas (entre otras cosas, porque no parece el arte de los ochenta, transcultural y mestizo, ser merecedor de excesivos encuadramientos).
Altísima calidad
Y digo afortunadamente porque, a la vista está, tales pautas, y su comisaria así lo reconoce, muestran bien tempranamente su ambigüedad y relativismo, aunque, ciertamente, ayuden en algo al espectador durante el recorrido -que es, en definitiva, el que posee la última palabra- o espanten en él todo asomo de banal e improcedente didactismo.En realidad, y sin querer caer en el tópico, es tan elevado el tono cualitativo de la muestra que perfectamente podría afirmarse que esa misma altísima calidad sirve por sí misma dé hilo conductor de la muestra. Con ello se pondría de manifiesto en este caso, y si se quiere, cómo muchas veces, ante retóricas difusas, las imágenes valen más que mil palabras, y cómo, en algunas ocasiones, la neutral labor del comisario, casi descaradamente cedida al espectador, puede ser positiva y perfectamente puesta en tela de juicio.
En cualquier caso, la selección realizada nos parece correctísima y modélica como metáfora de esa inconcreción discursiva, de esa concepción transitoria buscada.
Las piezas de Kiefer e Iglesias podrían encontrarse en el Espacio II ("el método de yuxtaposición como vehículo para expresar situaciones de transición"); las de Broto, Cucchi y Campano, en vez de la que ocupan ("la función significativa del lenguaje como manera de reconciliar contradicciones y de explotar ciertas disociaciones y discontinuidades"), en el Espacio V ("los lenguajes marcadamente personales que surgen al reconsiderar el significado del yo y la historia"); por no hablar de los cambios de última hora, sufridos por un sicilia del 88 o unas fotografías de Förg que, finalmente, no se han exhibido (o tampoco supe encontrarlas).
Pero mucho nos tememos que el asunto de la inconcreción y la retórica difusa va a ser, con el del mesianismo y el del protagonismo brutal de los mentores -que aquí, por suerte, se ha eludido-, el sino de muchas muestras venideras.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.