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Jackson cautiva a los demócratas al elogiar al "presidente Clinton"

Antonio Caño

Las convenciones siempre hacen un poco de historia norteamericana. El martes fue el día en el que los demócratas rehabilitaron a Jimmy Carter, el día en el que Jesse Jackson -explosivo, brillante, cautivador- se reconcilió con Bill Clinton y le llamó presidente, y el día en el que dos enfermos de sida conmocionaron a todo el país con una llamada de auxilio en nombre de todas las víctimas de ese mal. Ese mismo día, el presidente George Bush era abucheado cuando ponía en juego en San Diego la primera bola de un famosísimo partido de béisbol.

Los 5.000 delegados de la convención suelen estar distraidos durante los discursos. Vestidos con ropa deportiva, algunos de ellos en pantalones cortos, otros descalzos, aprovechan algunas intervenciones para levantarse a comprar palomitas o perritos calientes. Pero desde que Bob Hattoy, un asesor de Clinton que es homosexual y portador del virus del sida, abrió la boca, no se volvió a escuchar una mosca en el gran recinto del Madison Square Garden de Nueva York.Hattoy cedió la palabra a Elizabeth Glaser, que contrajo el sida en una transfusión durante el parto y contagió la enfermedad al hijo que amamantó y a otro que concibió posteriormente. Ambos acusaron a Bush de indiferencia ante su sufrimiento e hicieron más daño a la Administración republicana del que pueden hacer todos los políticos que intervengan en esta convención. El ambiente estaba lo suficientemente cargado como para recibir con honores de triunfador al último hombre que el Partido Demócrata envió a la Casa Blanca, Jimmy Carter.

La rehabilitación de Carter

Han tenido que pasar 12 años para que el hombre humillado en la convención de 1980, donde Edward Kennedy se negó incluso a estrechar su mano, sea rehabilitado en su justa dimensión. Mientras que Ronald Reagan, que le derrotó estrepitosamente en ese mismo ano, vive hoy casi olvidado por el público norteamericano, Carter se ha ganado el respeto generalizado por su trabajo con los pobres, con los países que padecen carencias democráticas y ataques a los derechos humanos.

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Después de Carter llegó el huracán Jackson. No llegaba en sus mejores horas; en realidad, Jackson llegaba casi vencido a una convención que ha derrotado sus tesis radicales y ha aprobado una plataforma moderada que el reverendo no comparte. Pero es lo suficientemente político como para conocer el terreno que pisa y comenzó su discurso con unas palabras de admiración a quien llamó, disciplinadamente "presidente Bill Clinton".

Inmediatamente llegó la tormenta: rayos y truenos contra la pobreza, contra la marginación, contra los abusos de poder del establecimiento político. La audiencia, completamente entregada, quedó al borde de la histeria cuando Jackson, al que le temblaban la voz y las manos, pronunció frases como ésta: "Jesucristo fue el hijo de una pareja sin hogar. Jesús fue hijo de una madre soltera, a la que criticaron y humillaron. Si ella hubiera abortado, la hubieran llamado inmoral. Si hubiera decidido tener su hijo le hubieran dicho que no tenía valores familiares. Pero María tenía valores familiares. Era Herodes, el Dan Quayle de aquellos días, el que no sabía nada sobre los verdaderos valores familiares". Jackson elogió tanto a Clinton como al candidato a la vicepresidencia, Al Gore. Llamó a la reconciliación entre blancos y negros, a "convertir el dolor en compañerismo", y recordó que si no fuera por el hombre blanco que tuvo el valor de filmar el famoso vídeo, Rodney King, el Joven negro apaleado en Los Ángeles, estaría todavía en la cárcel acusado de atacar a la policía.

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