Falstaff en Portland
El teatro de Shakespeare es una fuente inagotable de cine. El catálogo de películas shakespearianas se escapa de las manos cuando se pretende cotejar entre sí las urdidas sobre alguno de sus más célebres dramas, comedias o personajes.Pero en el caso del aristócrata, libertino y venido a menos, John Falstaff (que aparece y de saparece como un vendaval en cuatro obras de Shakespeare), el cotejo se simplifica gracias a que Orson Welles llevó a cabo en Campanadas a medianoche una insuperable síntesis de los saltos que este inabarcable personaje da en la escritura de Shakespeare, lo que inevitablemente gravita sobre cualquier nuevo intento de volverle a dar vida en las pantallas.
En My Own Private Idaho vuelve a asomarse a la pantalla Falstaff, y lo hace en forma de sombra episódica, pero con imán dentro, pues inesperadamente adquiere un pronunciado relieve y, aunque ocupa sólo una media hora de la duración de la película, su ausencia gravita con tanta fuerza sobre la hora y cuarto restante que se convierte en eje, de su armazón: es él quien sostiene la tensión de los dos amigos antagónicos, River Phoenix (sombra de la sombra de Falstaff) y Keanu Reeves (réplica del príncipe Harry, encarnación de la amistad y de la traición a la amistad) en cuanto deducciones, reconocibles como gentes de hoy y específicas de Estados Unidos, del mito shakespeariano.
Mi Idaho privado (My Own Private Idaho)
Dirección y guión: Gus van Sant. Fotografía: Eric A. Edwards. EE UU., 1991. Intérpetes: River Phoenix, Keanu Reeves, James Russo, William Richert. Estreno en Madrid: Ideal, en versión original subtitulada.
Trozo y destrozo
Babelia
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