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La convención demócrata comienza en Nueva York con el objetivo de olvidar divisiones internas

Antonio Caño

Hartos de perder elecciones, los demócratas no quieren convertir la convención nacional que ayer iniciaron en Nueva York en un foro de polémica entre las corrientes internas M partido, sino en la plataforma que lleve a sus candidatos hacia la Casa Blanca. Coincidiendo con las horas de apoteosis del Partido Demócrata, que ha oscurecido por unos días a sus principales rivales, Bill Clinton vive, según revelan las encuestas, el momento más dulce de su carrera hacia la presidencia. Hoy nadie podría decir que este partido que se reúne en el mítico Madison Square Garden lleva doce años apartado del poder. Hoy todo el mundo parece demócrata en Nueva York y, por lo que reflejan los medios de comunicación, en el resto de Estados Unidos.

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Hoy da la impresión de que, además de Bill Clinton, sólo existe un señor que pesca en Kennebunkport, llamado George Bush, y un millonario de mal genio y poco tacto con los negros, que responde al nombre de Ross Perot.El asno que ha simbolizado al Partido Demócrata a lo largo de un siglo y medio de existencia sonríe hoy con desconocido optimismo al iniciarse la gran fiesta de la democracia norteamericana. El triunfalismo se ha apoderado de la oposición, que cree que, ahora sí, ha encontrado con Clinton y Al Gore, el candidato a la vicepresidencia, la combinación ganadora.

Una encuesta elaborada por el diario The New York Times y la cadena de televisión CBS demuestra que la popularidad de Clinton no ha cesado de crecer desde hace un mes. Aunque está todavía tres puntos por debajo del presidente George Bush, el candidato demócrata ha superado ya al millonario Ross Perot. Los agoreros -o los más realistas- dirán que Michael Dukakis disfrutaba de mejores sondeos hace cuatro años. Pero la diferencia fundamental es que Bush no tenía entonces un índice de desaprobación de su gestión superior al 50%.

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El gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, que será mañana el encargado de designar oficialmente a Clinton como candidato del partido, ha anticipado que los tres meses y medio de campaña que restan hasta las elecciones se encargarán de confirmar el hundimiento de Bush porque, según él, el presidente "no tiene nada positivo que ofrecer".

Cuando Bill Clinton ganó, hace poco más de un mes, las elecciones primarias de California, que le daban los delegados suficientes para la nominación, casi todos creían que esta convención sería un calvario para el joven gobernador de Arkansas. La mitad de los votantes demócratas confesaban entonces que hubieran preferido otro candidato, y se vaticinaban, para la cumbre de Nueva York, las borrascas habituales de las reuniones entre los dirigentes de la oposición.

No parece que vaya a ser así. Por el contrario, esta convención parece destinada a facilitar el paseo triunfal para la pareja Clinton-Gore, que espera salir de Nueva York con el refrendo de un partido unido y lo suficientemente reformado para ganarse el derecho de la presidencia. Clinton y Gore pretenden hacer "un Partido Demócrata a su propia blanca, masculina, moderada, joven, tierna y ambigua imagen", escribe The New York Times.

Bill Clinton prepara estos días con cuidado lo que será el discurso más importante de su carrera política, el que tiene que pronunciar el último día de la convención, el próximo jueves, para aceptar formalmente la candidatura y exponer su programa gubernamental de centro.

Ambiciones de victoria

Los 5.000 delegados de todo el país presentes en el que fue el templo de los grandes campeones de los pesos pesados de la historia del boxeo norteamericano están unidos por el sentimiento de que, si las transformaciones que Clinton pretende hacer encuentran demasiada resistencia en la convención, los únicos derrotados serán las ambiciones de victoria del partido.

En esta convención se escucharán, sin duda, las opiniones disonantes de los viejos liberales de siempre -entre ellos la del dirigente negro Jesse Jackson, que ha aceptado la candidatura oficial a regañadientes. También se oirán propuestas aún más conservadoras que, las que llevan Clinton y Gore, como son los plantemientos de Paul Tsongas. Pero no habrá espacio para la discrepancia abierta: Jerry Brown, que se ganó en las primarias el respaldo de 600 de los delegados asistentes, se ha dedicado a pronunciar discursos en las calles de Nueva York, porque no se le ha reservado hora en la tribuna principal de oradores.

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