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La emoción del hachazo

Miura / Campuzano, Cuéllar, SánchezToros de Eduardo Miura, grandes, largos de mucha romana -casi todos con más de 600 kilos-, varios sospechosos de pitones; la mayoría broncos, de mal estilo; primero aborregado, quinto manejable. José Antonio Campuzano: pinchazo y estocada corta trasera baja (silencio); bajonazo (aplausos y salida al tercio). Juan Cuéllar pinchazo bajo, pinchazo, dos pinchazos bajísimos, otro cerca del brazuelo, estocada corta atravesada, rueda insistente de peones, dos descabellos -aviso con minuto y medio de retraso- y descabello (silencio); estocada corta atravesada traserísima y dos descabellos; las, presidencia le perdonó un aviso (pitos). Sergio Sánchez: cuatro pinchazos bajos, otro hondo bajo pescuecero, rueda de peones en la que uno de ellos ahonda el estoque, y descabello (silencio); cuatro pinchazos y descabello (silencio). Plaza de Pamplona, 12 de julio. Séptima corrida de feria.

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La corrida tuvo emoción. No por brava, ni por encastada, ni por cosa alguna- que guarde re lación con el verdadero toro de lidia. Tuvo emoción por peligrosa y a veces la tuvo también por asesina. Pero, claro, era una corrida de Miura -!oh! y siempre que los toros son de Miura-oh!-, y quieren des nudar al torero, y afanarle. la femoral de un hachazo, corres ponde decir que esa corrida fue interesante, !oh!. Cuantos más hachazos tiren los toros, más interesantes son las corridas de Miura.

Hubo emoción, y es lógico, porque a nadie puede dejar indiferente que un toro se dedique a pegarle hachazos a un torero. Puestos en este razonamiento, la misma emoción tendría -y aún mayor- que, de repente, apareciera en el tendido Jack El Destripador y pretendiera sacarles las mantecas a los aficionados. Con los miuras en el ruedo pegando hachazos o con Jack El Destripador en el tendido tirando de navaja cabritera, la emoción estaría asegurada. Mejor todo a la vez, Jack y miuras, y esa ya sería una tarde de gloria en la fiesta.

No todos los miuras tuvieron catadura asesina. El que abrió plaza, cuanto tenía degrandón se diluyó después en borrego, tomó bucólicamente los derechazos y naturales que esforzadamente instrumentó José Antonio Campuzano y acabó sentándose a tomar el sol. El cuarto era de media casta y Campuzano le hizo el honor de torearlo al natural. No lo merecía el buey, mas allí estaba el veterano diestro de Gerena haciendo lo que ya- no intenta nadie en las nuevas promociones de matadores y figuras: echarse la muleta a la izquierda, citar a la distancia adecuada, cargar la suerte.

El quinto lucía una preciosa capa salinera, parecía escapado de aquellas sugestivas estampas que pintaba Daniel Perea para La Lidia, y tomó boyante los primeros derechazos que le instrumentó Juan Cuéllar.- Sin embargo Juan Cuéllar cortó la tanda. A pesar de que se estaba entregando el toro, encelado en los os de la muleta, cortó la tanda, y no sólo eso sino que, además, se tomó un respiro y eligió nuevo terreno para citar. Todo lo cual está muy bien, vivimos en democracia y Juan Cuéllar podía cortar las tandas o hacer de su capa un sayo, en legítimo uso de sus derechos constitucionales. Pero el toro, que no sabe de constituciones y ni siquiera cree en Dios, obró de la misma manera, se tomó otro respiro y se puso a cavilar. Mala cosa es que un toro apátrida y descreído cavile, porque le puede amargar la existencia a un torero. Y eso fue lo que le acaeció a Juan Cuéllar, pues perdió los papeles, dio cientos de pases sin cuajar ninguno, su frió dos desarmes y hubo e matar de cualquier manera. -

Los miuras peores le correspondieron a Sergio Sánchez. A ambos los cuarteó banderillas sin brillantez alguna, y las reuniones fuera de cacho, unidas a las pasadas en falso, pudieron contribuir a que sus toros desarrollaran sentido, de manera que al segundo muletazo ya le estaban tirando hachazos. Se los tiraban al cuello, a la axila, al vientre -los miuras no tenían ninguna predilección anatómica- y si no llegaron a calar y a herir fue porque el mozo de Cintruénigo es ágil, es despierto y le tiene a la vida el natural apego. Durante la refriega hubo gritos, hubo ayes y nadie se aburrió. Que es, justamente, lo que sucede cuando salen miuras y se ponen a pegar hachazos, ¡oh!

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