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Le llaman El Molinero

Palomo / Romero, Molinero, MuñozCinco novillos de Palomo Linares y 6º de La Guadamilla, bien presentados, con casta y nobleza.

Jesús Romero: palmas; oreja protestada. El Molinero de Zaragoza: ovación; oreja. Conrado Muñoz, de

Valladolid: aviso y algunos pitos; silencio. Los dos últimos, nuevos en esta plaza.

Plaza de Las Ventas. Madrid, 11 de julio. Media entrada.

Llegó desde Zaragoza y convenció a la afición, así como al amable público que repoblaba los tendidos de Las Ventas, gracias a unas oportunas invitaciones. Público que lo pasó bien con los novillos de Palomo Linares, y en especial con el novillero maño. Le llaman El Molinero.

En su primer novillo tan sólo pudo evidenciar oficio y sus templadas formas toreras, en unos lances de recibo, rodilla en tierra y ganando terreno, que gustaron al público, aunque el picador de turno masacró a un noble y no muy fuerte novillo en una suerte de varas infame. Pero en el quinto desgranó un amplio repertorio con la muleta; se dobló al comienzo muy bien y después, en los medios, dando distancia y con la muleta bien ofrecida, toreó en redondo con enjundia, aceptable al natural, y deleitó con un toreo de adorno en el que hubo imaginación y ligazón.

Con naturalidad

Jesús Romero compone bien la figura y anda por el albero con naturalidad. Con el flojísimo primero, sólo esbozos. Y con el buen cuarto, momentos toreando al natural de buen trazo. Los pases de pecho obligados, lo mejor. Es de agradecerle los buenos naturales en tiempos tan poco propicios para el toreo con la mano izquierda. La de los billetes. Pero también hay que pedirle a Romero que se cruce más en la cara de los novillos. La oreja fue protestada porque, sobre todo, la espada quedó más bien caída.

El novillero de Valladolid demostró finura con la muleta y malas artes con la espada. El noble tercero se le fue por estar demasiado pendiente de recomponer la figura. Y en el sexto, por decidirse a mandar y bajar la mano, a intervalos dio algún regustoso natural y una serie de derechazos bonitos. Le cuesta cruzarse también. Pero la gente tomó nota de sus suaves muletazos y de que sabe olvidarse de las composturas exageradas.

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