Gassman se despide del teatro con 'Moby Dick'
Es probable que se trate sólo de un recurso de identificación con el capitán Achab, pero Vittorio Gassman, que está próximo a los 72 años, ha asegurado que su actual incursión en Moby Dick, de Herman Melville, será también su último viaje en el teatro. Subraya este simbolismo del espectáculo, presentado en la Expo de Génova, la ciudad natal del actor, la presencia en el cartel de Alessandro, hijo veinteañero de Gassman, que encarna al grumete Ismaele, único superviviente y relator de la caza fallida a la ballena blanca.Si de verdad fuera despedida, es claro que se ha hecho a lo grande. El denso texto, concebido y preparado por Gassman, tiene la dimensión dramática del gran teatro clásico. La escena es todo un recinto construido en madera virgen y diseñado específicamente para este espectáculo por el arquitecto Renzo Piano. Representa el interior del casco de un bergante que aloja en sus lados a 500 espectadores, y en la quilla -un pasillo central de unos cincuenta metros de largo-, el escenario. Se alza en pleno puerto de Génova, dentro del recinto de la Expo, contra un fondo de grúas y de buques reales en movimiento.
La compañía incluye a 23 actores y bailarines que trabajan en un marco austero. El desnudo escenario de Piano no ofrece más recursos que un par de trampillas y dos plataformas, a la manera de puentes de mando, que se desplazan sobre raíles.
El espectáculo, coproducido con la Expo de Sevilla, donde será representado entre el 13 y el 17 de agosto, lleva el título de Ulises y la ballena blanca, ya que Gassman aproxima al capitán Achab y al héroe mitológico a través de un mismo destino, rompedor y prometeico. El texto base es la traducción de la novela de Melville hecha en su día por Cesare Pavese, de la que se ha dicho que es tan poco fiel al original -Pavese ni siquiera conocía a fondo el inglés- como llena de fuego literario.
Pero Gassman ha incorporado diversos poemas al relato, como los de Tennyson y Dante, que, respectivamente, abren y cierran su papel de protagonista, como Soledad, de Juan Ramón Jiménez, con el que concluye el primer acto, y como otras citas que van de Hölderlin a Nietzsche y de Lucrecio a Alberti.
En esos recitados hincha velas toda la maestría del veterano actor, siempre imponente de voz y de gesto. No hay quien pueda darle réplica en un extenso reparto que desarrolla fórmulas de comedia musical para marcar un contrapunto a la soledad de su líder y para evocar la imposible presencia teatral de la ballena en un mar torturado. El Achab que emerge de todo ello es más humano y diverso que el trazado por Gregory Peck en la célebre película de John Houston, aunque quizá resulte un personaje menos definido.
En Sevilla se verá, sin embargo, un espectáculo bastante diferente del que ahora se está dando en Génova, ya que allí no se hará al aire libre. Esta fórmula tiene ventajas, como es la posibilidad de utilizar el magnífico escenario de Piano o la de comenzar la obra sobre el escenario real que es el puerto genovés, mediante un breve recorrido que mete a los espectadores de lleno en la representación hasta que la irrupción de una banda de música vuelve a establecer una distancia clara entre los actores y el público.
Pero el aire libre tiene también inconvenientes, y sobre todo la necesidad de amplificar las voces. Gassman ha resuelto el problema con la tecnología más moderna: los actores llevan ocultos pequeños micrófonos entre sus cabellos y un juego de ocho grandes pantallas acústicas suspendidas sobre el escenario y el público reproduce con alta fidelidad las voces. Pese a todo, la electrónica aplana inevitablemente el sonido, que, además, a veces pierde su perspectiva, de modo que al espectador le cuesta trabajo identificar la posición del actor que está hablando.
Gassman parece consciente de este problema, ya que ha pedido a los críticos que antes de juzgarle asistan por lo menos a una representación en sala cerrada, porque ésta permitirá apreciar mejor "los matices" de un espectáculo que se basa en el recitado de los textos.
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