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Tribuna
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Una palabra de mágico contenido

La palabra sanfermín tiene un contenido mágico para los pamploneses y está cargada de connotaciones festivas que arrancan de las primeras vivencias. Todo está ya escrito sobre estas fiestas, pero es indudable que cada año se renueva la ilusión por llegar a esta semana con natural alegría y buena disposición para pasarlo bien. No cabe duda de que hay algo de obligatoriedad de calendario, pero es obligación muy agradable de cumplir.Desde la más tierna infancia se van grabando escenas que conforme uno crece va tratando de imitar. Puedo asegurar que, en mi caso, lo primero que me quedó en la memoria fueron las músicas callejeras. Es decir, las charangas acompañando los cartelones de las peñas, que entonces se llamaban cuadrillas. La. verdad es que entraban ganas de bailar al ver los briosos movimientos de las pancartas siguiendo el ritmo de las charangas. Era, un espectáculo de obligado cumplimiento ir con la madre a presenciar la salida de las cuadrilla al terminar la corrida. Espectáculo que se reforzaba cuando las precedía la salida de un torero a hombros.

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La peña del faldellín

El primer encierro. Desde que uno viene a este mundo, aquí se oye hablar del encierro y tiene entre sus manos fotografías en las que aparece el padre jugándose la vida delante de los toros. Por eso existe una curiosidad casi innata hacia qué puede ser eso de correr delante de los toros. La primera vez que lo presencié me llevé una pequeña decepción, porque fue visto y no visto. Sin embargo, algo quedó y fue esa inquietud trascendente de los que están esperando la hora. Entonces se oían las campanas que tocaban a misa de siete, hora en que se tiraba el cohete.

También resultaba de obligado cumplimiento ir a los fuegos, que entonces tenían lugar en la Plaza del Castillo entre diez y once de la noche. No me resultaba cómodo el olor a pólvora y los ruidos estrepitosos de los cohetes llamados bombas, pero había que estar allí. A continuación, comenzaba en el quiosco de la plaza el baile. Era muy bonito ver desde el balcón cómo se movía rítmicamente aquella masa sin que a uno le llegaran las notas de la música. Con frecuencia, se rompía el ritmo y aparecía una especie de barco en aquel mar, que iba contracorriente. Se trataba de algún txistu que arrastraba tras de sí algunos mozos y hacían apartarse a las parejas que se apretaban con el fox-trot.

Unos pocos años después, de la mano del padre, uno pudo extasiarse con el arte de Manolete y Pepe Luis Vázquez. El sanfermín quedaba definido para siempre. Quien comenzó de tierno espectador fue madurando y con el paso de los años se convirtió en protagonista para disfrutar con las dianas, los encierros, los gigantes, los toros, las peñas y las noches festivas. Y como el tiempo pasa con rapidez de asombro, uno vuelve a ser espectador y los protagonistas son los hijos. Que se diviertan ... y ¡viva San Fermín!

es director de la Casa de Misericordia de Pamplona.

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