Niñez en la fragua
"En la isla yo nací, yo me crié al pie de una fragua. Mi madre se llama Juana. / Mi padre se llamaba Luis, / y hacía alcayatitas gitanas... ".Una vez más, los gitanos herreros... Se dice que ya estaban con los Reyes Católicos en el sitio de Granada, fabricando balas y herraduras. Siempre han sido la aristocracia de su pueblo, y junto con los tratantes de ganado -poseedores del don de la palabra- los estamentos sociales más admirados y respetados. La familia Monge probablemente pertenece a uno de esos linajes herreros, que junto a los Vargas, Suárez o Filigrana de Triana, han supuesto siempre la vanguardia de la integración gitana en el sur de Andalucía. Los Monge ya estaban en Jerez en 1693. Al menos así lo confirma el diario de a bordo del galeote san Lorenzo, en el que figura un Lucas Monge, de Jerez.
"Soy fragüero. / Yunque, clavo y alcayata...".
"Cuando los niños en la escuela / estudiaban pa el mañana, / mi niñez era la fragua: / yunque, clavo y alcayata...".
De su infancia sabemos poco, pero los datos que nos llegan vienen impregnados de recuerdos amargos:
"Chiquetito, que apenas andaba / un día sin esperármelo sin pare yo me quedé...".
Recuerdos que se hunden en una larga posguerra en la que el hambre estaba tan presente como el desamparo. Y José sigue cantando y contando historias del pasado:
"Era una noche oscurita de invierno / que llovía a chaparrones. / Mi niña Monge decía:
Joselito dame frijoles...".
Y saliendo de estos sueños, la voz de un niño rubio empieza a ser leyenda por los esteros y salinas de Cádiz... El Camarón de la Isla.
Con 12 años cantaba para llevar dinero a su casa. Por aquellos días José paraba en la Venta Vargas y su colega era el Cojo Farinas, bailaor de Chiclana.
Desde allí la leyenda se fue extendiendo como una mancha de aceite sobre el mapa flamenco. Y los iniciados peregrinaron por aquella venta para conocer y escuchar al nuevo cantaor. Caracol fue de los primeros en reconocer el genio de Camarón, seguramente intuía en él otro revolucionario del flamenco. Eran tiempos de ortodoxia y clasicismo. Toda la afición era una pifia en torno a don Antonio Mairena y su exhaustiva interpretación y valoración de los estilos flamencos. Camarón tuvo que graduarse en la cátedra del festival de Mairena. Se presentó al concurso de cante flamenco... Y lo ganó... Algo después, Camarón se traslada a Madrid.
"Salí de la tierra. / Nací de tu vientre. / ¡Ay mare Juana! / ¡Que me quitan la vía! / sólo quieren mi muerte...".
Camarón triunfa en Madrid. Es un triunfo entre los aficionados, los artistas, los flamencos... Un triunfo que le llega muy joven y que nos da, la medida de su calidad humana. Durante mucho tiempo estuvo contratado en un tablao llamado Torres Bermejas, cerca de la plaza del Callao. Su sueldo, de 2.000 pesetas diarias, se repartía muchas noches entre los flamencos que no habían tenido suerte... Y ya de madrugada, ligero de equipaje, Camarón volaba hacia El Palomar, antigua venta en las afueras de Madrid. Y allí, entre amigos, seguía la vida y la música, la huida de la soledad que siempre le ha atenazado. Y en la soledad de la gran ciudad José empezó a conocer el vacío que produce el éxito.
"Solo, me encuentro muy solo. / Cuando me miro al espejo / Ya no sé ni lo que digo. / Vivo con el pensamiento. / Sin un amigo...".
En los billares de la plaza del Callao se junta con un guitarrista larguirucho, también emigrante de su Algeciras natal. El encuentro de Camarón y Paco de Lucía ha sido de las cosas más importantes de este último cuarto de siglo flamenco. Los dos comparten años apasionantes que han quedado atrapados en maravillosas grabaciones.
El mito Camarón se engrandece y sus discos; y cintas están en todos los hogares gitanos de España.
Sabemos que entre sus seguidores están Chick Corea, Mike Jagger, Miles Davis, Peter Gabriel, Bono... Camarón deja grabados 19 elepés en los que hace una antología exhaustiva de todos los estilos flamencos. Es un ser adorado por todo un pueblo que se marcha dejándonos huérfanos de su belleza.
Babelia
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