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500 voluntarios recogen 2.000 de basura en la sierra de la Pedriza

La sierra de la Pedriza brilla más desde ayer gracias al esfuerzo de 500 voluntarios que durante todo el día recogieron 2.000 kilos de basuras acumuladas en los últimos años en los riscos y puntos más altos de este emblemático paraje de montaña madrileño. A él se llega por la carretera de Colmenar Viejo, con el desvío hacia Manzanares del Real. Al atravesar este pueblo se inicia el camino de acceso al parque.Los voluntarios, con una inmensa bolsa a cuestas, se dividieron estratégicamente en grupos y asearon aquellas zonas a las que no llegan normalmente los escasos servicios de limpieza destinados al parque regional del Manzanares.

Con esta operación, promovida por la Asociación Internacional Mountain Wilderness, los montañeros abren una campaña para impedir el paso de vehículos a este paraje y proteger la zona, una de las escuelas más clásicas de escalada y alpinismo.

Después del tremendo madrugón del domingo, a las 8.30 comenzaron a llegar hasta la falda de la sierra de la Pedriza los voluntarios, que, equipados adecuadamente, se disponían a afrontar una dura jornada de limpieza. Como punto de partida y encuentro se eligió la explanada de Canto Cochino, denominada así por un geólogo que descubrió hace años una piedra similar a un cerdo. Allí se comenzaron a distribuir las bolsas de basura y guantes, así como los bocadillos, botellas, fruta y camisetas identificativas de la operación.

Sin perder apenas tiempo, comenzaron a partir las brigadas, de 15 a 30 personas, hacia 15 puntos simbólicos y legendarios de la Pedriza. Los primeros grupos se encaminaron hacia las zonas más lejanas del Collado, de la Dehesa, el Yelmo y Navajuelos. Otra cuadrilla, a un paso más ligero y fugaz, emprendió el rumbo hasta la remota pared de Santillana, con casi cuatro horas de camino por delante. Además, los habituales escaladores y montañeros que no conocían la iniciativa también se apuntaban. Sobre las diez de la mañana, 500 personas se estaban movilizando por la sierra y atravesaban en primer lugar el fascinante, revuelto y angosto cauce del río Manzanares. Tras el paso común por el sendero del arroyo de la Majadilla, los grupos se separaron hacia sus destinos a través de la abundancia y riqueza vegetal del parque.

Tierra quebrada

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A medida que se avanza, la tierra comienza a quebrarse, poco a poco el terreno es más escarpado y áspero. Con los riscos del Callado del Cabrón y Molandros, como el Cancho de la Muerte, se acentúa el riesgo, pero a la vez, según indican los montañeros, se empieza a percibir la grandeza de la montaña. Tras la maleza llegan la avalancha de piedras y el laberinto de rocas, y los voluntarios alcanzan zonas de difícil acceso, donde duermen, reposan y se refugian los montañeros. En estas áreas, como el Yelmo, el Refugio, el Tolmo y el Pájaro, frecuentadas por escaladores y alpinistas, se almacenan los desperdicios que habitualmente no se recogen.Según los montañeros, hay suciedad por descuido, y no por mala fe. No obstante, en algunos recovecos están almacenados cientos de viejas latas, miles de colillas, aluminio, y sobre todo, mucho papel higiénico, que, según los alpinistas, hay que recordar que no es degradable. Entre los peñascos incluso aparece una alfombra y hasta algún calzoncillo.

Sobre las tres de la tarde comenzaron a regresar los primeros grupos, que fueron depositando las bolsas de plástico en un camión de basura de la empresa encargada por la Agencia de Medio Ambiente para limpiar la zona. A la vuelta, los voluntarios observan cómo las riberas del río están repletas de familias que han desplegado sillas y mesas para almorzar y disfrutar de un día de campo. Según los forestales, estos grupos llegan a dejar cada lunes cerca de 2.000 kilos de basura.

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