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EL DEBATE EUROPEO

La mayoría de los irlandeses votó ayer sobre el Tratado de Maastricht sin saber en qué consiste

Enric González

Los irlandeses votaron ayer sobre algo importante y misterioso llamado Maastricht. Sabían que era importante porque todos los políticos insistieron en ello durante semanas, y era misterioso porque casi nadie sabía qué significaba: sólo un 5% de la población se sentía en condiciones de explicar en qué consistía exactamente los tratados para la unión europea, según dos recientes encuestas. Las campañas por el sí y el no prosiguieron durante toda la jornada.

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La participación era, a media tarde, un poco más alta que en el referéndum de 1987, en el que sólo el 47,5% del electorado se pronunció sobre el Acta única Europea. No había datos oficiales, pero distintos observadores estimaban la participación entre el 50% y el 60%. Las urnas cerraron a las diez de la noche, pero hasta esta mañana no empezará el recuento de votos.El, desconocimiento general sobre qué significa el Tratado de Maastricht indica hasta qué punto la clase política tradicional, que pide el sí, y los partidos marginales y las asociaciones que propugnan el no, han ofrecido al electorado una visión confusa, sesgada y en algún caso falsa acerca de lo que se votaba ayer.

Ita Prior, propietaria de un quiosco en Dublín afirma: "Fíjese: este cartel. del Gobierno dice que Maastricht es muy bueno para nuestra economía, y este otro de la Plataforma Nacional dice que Maastricht hará que aumente el paro. Yo no entiendo nada y no sé qué votar". A la señora Prior, que lee dos periódicos cada día, no le faltaba razón. Y el caso es que ninguna de las dos propagandas mentía. Se limitaban a contar una parte de la verdad.

¿Quién paga?

Irlanda recibe seis libras por cada una que paga a la CE. Ese es un hecho que los partidos en el Gobierno (Fianna Fail y Demócratas Progresistas) y los que les apoyan en esta campaña (Fine Gael y Laborista) han pregonado incansablemente. "¿Quién está pagando nuestras carreteras, nuestras escuelas, nuestros hospitales?", se pregunta la publicidad oficial. "Europa", es la respuesta. "Vote sí", es la conclusión.

La variopinta Coalición Arco Iris enseña la otra cara de la moneda: los países ricos de la Comunidad Europea, mayormente Alemania, pagan jugosas propinas (llamadas fondos estructurales, o de cohesión) a los países pobres a cambio de que no enreden, apliquen rigurosas políticas antlinflacionarias y, eventualmente, digan sí cuando tengan que decirlo, como es ahora el caso de Irlanda.

Los planes de austeridad, y ahora también los de convergencia para la unión económica, significan un incremento del desempleo en los países menos competitivos de la comunidad, como por ejemplo Irlanda, donde uno de cada cuatro trabajadores está en paro.

El señuelo del dinero se ha utilizado profusamente en la campaña por el sí. Según el Gobierno irlandés, con el sí llegarán 6.000 millones de libras (unos 900.000 millones de pesetas) desde las arcas comunitarias. El no, por el contrario, "sólo traerá miseria y aislamiento a este país", aseguran.

Los socios de la Comunidad Europea se han esforzado por ayudar en la campaña del . El primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva, apareció ayer por Dublín para insistir en que los tratados no se renegocian y "el tren de Maastricht sólo pasa una vez".

Soborno

Los mensajes a favor del sí lanzados en las últimas horas por diversos dirigentes europeos, como el canciller alemán Helmut Kohl y el ministro de Exteriores británico, Douglas Hurd, abundando en el aspecto crematístico, han hecho pensar a muchos irlandeses en el significado de la palabra soborno, y podrían tener un efecto contrario al deseado. "Vota sí y recoge las migajas de los ricos", decía uno de los carteles a favor del no.

Algunos sectores de Arco Iris, los antiabortistas, también han apretado las clavijas, quizá demasiado, en el último momento. Ayer se repartieron medio millón de folletos a la salida de las misas de Corpus Christi, titulados Pon la vida antes que el dinero. "¿En qué se beneficia un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?", se preguntaba el texto, en el que se identificaba a Maastricht con la legalización del aborto.

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