Asuntos domésticos
El voto Irlandés es decisivo para la CE: un sí -el resultado que parece más verosímil- mantendría con vida los acuerdos de Maastricht; un no obligaría a los Doce a tirar a la papelera todos los esfuerzos del año pasado. Pero este referéndum tendrá también importantes consecuencias domésticas para Irlanda.
Por un lado, ha desgastado al Gobierno de coalición y ello acarreará probablemente unas elecciones generales antes de fin de año, sea cual sea el resultado. Por otro lado, ha reforzado a los movimientos alternativos, tanto a la izquierda como a la derecha de los partidos convencionales. Para estos últimos, un resultado negativo supondría una urgente revisión de sus programas lo que, a su vez, aportaría un poco de variedad al monótono escenario político de Irlanda.
Los dos partidos que han venido alternándose en el Gobierno-irlandés desde 1922, Fianna Fail y Fine Gael, son gemelos: ambos nacieron como escisiones del Sinn Fein y tienen programas casi idénticos. A lo largo de 70 años no ha existido alternativa a este dúo. Pero hay señales de que esto empieza a terminarse.
La primera apareció en 1983, con el referéndum sobre el aborto. Venció el no, pero los partidarios del sí comprobaron, sorprendidos, que reunían casi un tercio de los votos, lo cual era mucho en un país donde el 75% de la población va a misa.
En 1986, otro referéndum, el del divorcio, supuso una nueva derrota para los progresistas, pero esta vez casi rozaron el 50%.
En 1990, por fin, se produjo la gran sorpresa: una mujer, Mary Robinson, partidaria del divorcio y de una despenalización parcial del aborto, fue elegida contra todo pronóstico presidenta de la república.
En la campaña de Maastricht, el único partido parlamentario que ha defendido el no ha sido Izquierda Democrática (ex comunistas), liderado por Proinsias da Rosa y con sólo cuatro diputados.
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