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Bush y Yeltsin acuerdan una reducción de dos tercios de sus misiles nucleares de largo alcance

Los presidentes de Estados Unidos, George Bush, y de Rusia, Borís Yeltsin, acordaron ayer reducir en dos terceras partes sus arsenales nucleares de largo alcance. Así, y por primera vez, ambos dirigentes reflejan en el campo del desarme el nuevo clima de cooperación entre Washington y la Rusia democrática. Con este acuerdo, que sobrepasa ampliamente el anterior Tratado sobre Limitación de Armas Estratégicas (START), Estados Unidos y Rusia iniciarán el siglo XXI con un arsenal estratégico conjunto de 6.000 a 7.000 cabezas, lo que supone una cifra de 3.000 a 3.500 cabezas nucleares respectivamente.

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Esta reducción, anunciada ayer por ambos presidentes en una conferencia de prensa conjunta en la Casa Blanca, "supone alejar más y más, no sólo para nosotros sino para nuestros hijos y nuestros nietos, la pesadilla nuclear", dijo el presidente Bush.Borís Yeltsin, por su parte, comentó que este acuerdo, que reduce drásticamente el volumen anterior de los arsenales -más de 10.000 cabezas nucleares por ambos bandos-, "es un logro incomparable e inesperado que satisface al mundo entero".

El tratado START, que fue firmado por EE UU y la URSS en 1991, contemplaba techos nucleares de 8.500 cabezas por parte del primer país y de 6.500 cabezas por parte del segundo. La desaparición de la Unión Soviética y los problemas derivados de la fragmentación de los arsenales nucleares entre varias de las repúblicas que componían la URSS hicieron necesarios nuevos planteamientos.

Los recortes acordados en Washington van más allá de las cifras propuestas por Washington (4.700 cabezas nucleares como techo máximo respectivamente) y deben ser ultimados para el año 2.003 o, incluso antes, para el año 2.000, si Estados Unidos ayuda a Rusia en el desmantelamiento. La reducción se ejecutará de forma escalonada a lo largo de tres etapas, según explicó ayer. Borís Yeltsin, y comprende la total destrucción de los misiles pesados y recortes en misiles balísticos con base terrestre y los instalados en submarinos. El desglose de las cifras globales permitirá juzgar si EEUU consigue quedarse con una amplia mayoría de misiles basados en submarinos, tal como pretendía la Administración norteamericana para mantener su supremacía.

El presidente de Rusia dejó ayer bien claro que su país se desmarca de la "nefasta paridad" culpable de que "la mitad de la población de Rusia viva en la Pobreza". "No podemos permitírnoslo", agregó, "y por lo tanto, tenemos que tener un mínimo nivel de seguridad para afrontar los imprevistos que puedan surgir en algún lugar del mundo y amenacen nuestra seguridad".

En el segundo día de la cumbre ruso- norteamerican a en Washington, George Bush y Borís Yeltsin trataron de ponerse de acuerdo también en materia de dinero en un ambiente de halagadora retórica que subraya el carácter único de Yeltsin como primer líder postcomunista en su país. Bush comparó al dirigente ruso con un nuevo Pedro el Grande, capaz de redefinir, casi tres siglos después, el papel de su país en el mundo.

Consciente de la necesidad de marcar las diferencias con los predecesores históricos del líder ruso (léase el presidente de la URSS Mijaíl Gorbachov), Bush recibió a Yeltsin en los jardines de la Casa Blanca con un nuevo lenguaje. El presidente norteamericano destacó que Yeltsin es el primer presidente electo de Rusia y le llamó "mi amigo".

"Nueva relación"

Bush hizo hincapié en el concepto de la "nueva relación" entre los dos países, basada en los valores de "libertad" y "democracia", a diferencia de la relación anterior sustentada en el temor al enfrentamiento y la "lucha por la supremacía global".

"Como Pedro el Grande, usted está definiendo de nuevo el concepto que Rusia tiene de sí misma y su papel en el mundo", dijo Bush, utilizando una sugerente analogía histórica. Lo que tal vez no sabía Bush es que la comparación entre Yeltsin y Pedro el Grande, recomendada por un grupo de expertos en opinión pública rusos, fue rechazada como poco pertinente en 1991 por el equipo que preparó la campaña electoral que convirtió a Yeltsin en el presidente de Rusia.

"No hemos venido a pedir a su país que resuelvan nuestros problemas. Hemos traído ideas y propuestas concretas", manifestó Yeltsin en respuesta a la bienvenida de su anfitrión. El presidente ruso se mostró partidario de cooperar "en cosas prácticas" y definió los dos principales objetivos de su visita, a saber, resultados en la "reducción global de armamentos" e "interacción económica". El ministro de Relaciones Económicas Exteriores de Rusia, Piotr Aven, explicó ayer que Yeltsin ha traído a Washington varias decenas de proyectos concretos de cooperación.

En materia de dinero, el éxito completo de la visita de Yeltsin a EE UU pasa por el espaldarazo norteamericano para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) apruebe la creación definitiva de un depósito de 24.000 millones de dólares de ayuda occidental a Rusia y a otros países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).

El presidente Bush, sin embargo, tiene que convencer también al Congreso norteamericano para que apruebe, a ser posible esta semana, el paquete legislativo de ayuda a Rusia y otros estados de la CEI. Bush pidió ayer públicamente al Congreso que dé crédito, en el sentido literal, a la "nueva Revolución Rusa". El destino de esa "Revolución", y la que se desarrolla en otros países del imperio soviético, dijo el presidente, es lo más importante que ha ocurrido en política internacional durante esta época.

Una de las primeras cosas que Yeltsin hizo al llegar a Washington fue conversar por teléfono durante media hora con el escritor ruso Alexandr Solzhenitsin, que fue deportado de su país en 1974 y que hoy reside en Vermont.

Las primeras damas

En contraste con el estilo elegante y sofisticado de Raisa Gorbachova, la esposa de Yeltsin, Naina Ioséfna, con sus trajes dos piezas de colores discretos, produce una impresión mucho más casera. Naina Iósefna y Barbara Bush, que ofrecen una sensación conjunta de armonía, fueron a visitar una cocina popular, una institución a tono con los nuevos tiempos de austeridad que, salvando las distancias, atraviesan estos países.

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